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Primavera madridista

Los de Arsenio solucionan con espléndidos goles una cita complicada ante el Betis

Santiago Segurola

Después del duro invierno, este partido festivo, trufado de goles, iluminó la cara de los hinchas madridistas, que pasaron un buen rato en Chamartín. Desde la ortodoxia, el Madrid tuvo gol y manifestó los mismos problemas defensivos de siempre. Y en algún momento perdió la olla: el Betis le bailó durante media hora y tomó ventaja ante el asombro de los aficionados locales, que se temieron lo peor, una de esas tardes grises y deprimentes, como el invierno que se ha vivido en la ciudad. Pero el Madrid reaccionó y encontró a los jugadores capaces de ganar el partido. En concreto, fueron Raúl, Laudrup y Redondo, probablemente por este orden. Raúl siempre, Laudrup en los grandes detalles y Redondo con su pujante segundo tiempo. Por esta trinidad pasó la victoria madridista,Atenta a la regeneración que apunta el equipo, la gente acudió en masa a Chamartín, que tenía un aspecto solemne, con público hasta el torreón. La tarde tenía además un aspecto amable, indulgente por fin después de tanta lluvia, tanto viento y tanto frío Puesto en esta rueda, el fútbol también resultó alegre y despreocupado. Incluso el envoltorio final contribuyó a embellecer el recuerdo del partido: los goles, todos hermosísimos, estuvieron por encima de la pureza del juego. Contra todo pronóstico, el Betis cedió por la vertiente defensiva, donde ha construido su fama de equipo sólido, casi infranqueable. En Chamartín, su defensa. fue extremadamente gaseosa, casi etérea, ideal para pagar las ocurrencias de Raúl y Laudrup. Cuando Redondo se sumó a la fiesta, el Betis se desinfló. Y sin embargo, su juego fue brillante en varias fases de partido, superior casi siempre al desplegado por el Madrid, cuyo mayor mérito fue reunir calidad y contundencia en sus llegadas al área.

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Raúl se todos los piropos

El partido salió muy vivo. El gol de Sanchis anunció una aparición arrolladora del Madrid, pero en realidad apenas tuvo efecto sobre el partido. El Betis se recuperó con entereza y fútbol. Su primera cualidad estuvo relacionada con el buen trato que dio a la pelota. Durante treinta minutos, dispuso del balón, lo utilizó con criterio y sacó los colores al Madrid, preso de innumerables problemas. El principal de todos fue la ausencia de verdadero peso en el centro del campo. Con cinco defensas -Lasa y Quique no participaron en la elaboración del juego-, más la querencia defensiva de Hierro, que parece desvigorazado, el medio campo del Madrid se reducía al ejercicio voluntarioso de Redondo. Pero era un Redondo sufriente y desconectado por la amplia superioridad que ejercía el Betis en esa zona.

La reactivación del equipo sevillano se concretó con dos goles magníficos. En los dos intervino Alfonso, y a más de uno le dio por comparar. Al fondo se apreciaba el debate sobre los méritos y cualidades de Alfonso y Raúl, las dos últimas grandes esperanzas del madridismo. Y uno de ellos estaba en la acera de enfrente, poniendo en problemas a la defensa del Madrid, que volvió a evidenciar problemas de desajuste y coordinación. Casi todas las llegadas del Betis provocaron un incendio frente a Buyo, decisivo en varias intervenciones.

Antes de que alguien sacara conclusiones en la comparación, Raúl `manifestó su autoridad sobre el Madrid y sobre el partido. Sin duda fue el mejor de la tarde, por juego, intensidad y deseo. Aunque casi todos los apuntes de Alfonso resultaron primorosos -la dejada con la cabeza a Stosic en el primer gol, la vaselina.en el segundo y el baile de regates Érente a Lasa antes de un pase a Ríos que pareció decisivo-, el peso de Raúl sobre el encuentro fue impresionante.

El gol del empate dijo mucho sobre el *talento y el carácter de Raúl y también sobre la habilidad de Laudrup. Donde no había nada, Raúl sacó petróleo, en un trabajoso ejercicio por defender el balón frente a tres defensores del Betis. Lo consiguió por obstinación y valentía. Finalmente pudo pasar la pelota a Laudrup, y ahí se produjo un estallido de luz: Laudrup, levantó la esferita sobre la cabeza de los defensores con elegancia, precisión y hasta con un punto de desdén. Y claro, el tipo que llegaba para embocar era Raúl, el futbolista ubicuo. Un gol enorme.

Esa jugada rescató al Madrid de su deprimente juego. Desde el gol del empate, el encuentro quedó medio desatado. El Betis jugaba bien y tenía sus oportunidades -Ríos ante Buyo y el cabezazo de Stosic que desbarató Buyo en un gran vuelo-, pero sufría en cada contragolpe del Madrid, que encontró una ayuda inestimable en la crecida de Redondo.

El Madrid jugó durante toda la segunda parte con el instinto demoledor de Raúl, la claridad de Laudrup y el poderío de Redondo, liberado por delante de Hierro. Los tres llevaron a su equipo hasta la victoria como quedó expuesto en los dos últimos goles. El primero se produjo por la conexión Laudrup-Raúl y el segundo por la misma relación entre Raúl y Redondo, que pelearon una jugada confusa, la sacaron adelante y la convirtieron en el cuarto gol del Madrid, otro tanto notable en una tarde de goles hermosos, se diría que primaverales, como la tarde y la esperanza de la gente madridista.

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