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TENIS OPEN DE AUSTRALIA

Seles vuelve a reinar

La norteamericana tiene más personalidad y ha mejorado su saque en los dos años de parón

No es guapa, está gorda, tiene un juego monolítico, pero es la estrella indiscutible del circuito femenino de tenis. Monica Seles ha conseguido a los 22 años sobrepasar los límites de una gran jugadora para convertirse en una tenista de leyenda. Ese es un don especial, algo que se produce muy raramente y que sólo atesoran algunos jugadores esporádicamente. Más que por sus títulos, Seles ha entrado en este restringido grupo de jugadores por su personalidad, por su carisma, por su forma de ser. En definitiva, porque el público ha querido.Lo que ella hace interesa. Es un personaje como su compatriota Andre Agassi, cuya presencia marca un torneo al margen de sus resultados. Pero ella, además, gana. No falla. Cualquier organizador, o cualquier patrocinador que la fichen saben que pueden contar con ella, que llegará a la final, y que lo más probable es que acabe ganando el torneo. Cuando está Seles, incluso la estrella de Graf se apaga. Y esta situación constituye un fenómeno verdaderamente extraño. Cuando Gunther Parche, un cuarentón alemán que pretendía ver a Steffi dirigiendo de nuevo el tenis femenino mundial, la apuñaló brutalmente por la espalda en el torneo de Hamburgo en abril de 1993, le hizo un flaco favor a su amiga. Graf fue la número uno, pero de un circuito vacío de contenido. No tenía sentido liberarse de Seles porque de esta forma perdían todas.

La prueba fue que pocos meses más tarde el circuito femenino se quedó sin patrocinador. Y lo recuperó justo cuando Seles confirmó en el Open de Estados Unidos de 1995 que su drama había concluido, que su vuelta al tenis profesional era un hecho ya constatado.

Fue el regreso más deseado, porque no se trataba ya simplemente de recuperar a una jugadora de nivel, sino de salvar el circuito. Pero lograrlo no fue fácil. El trauma psicológico que supuso la puñalada de Parche pesó como una losa. Físicamente, la lesión que sufrió no era importante. En pocos meses la había superado y estaba en condiciones de volver a jugar.

Sin embargo, hubo un momento en que casi todo el mundo la dio por perdida para el tenis. Los directivos del WTA Tour y los agentes comerciales de Seles habían perdido ya casi la esperanza de recuperarla. Pero hubo una persona que nunca se desesperó: su padre. A diferencia de otras jugadoras que también dejaron el circuito con problemas psicológicos, Monica Seles encontró en el seno familiar la paz y el cariño que necesitaba. Su padre, Karolj, y su madre, Esther, la apoyaron incondicionalmente. Y cuando ella se dio cuenta de que Karolj estaba padeciendo al ver lo que su hija se estaba perdiendo fuera del circuito, decidió volver.

"Sin el apoyo de mi madre y especialmente de mi padre no habría vuelto", reflexionó ella tras ganar el Open de Australia, su noveno Grand Slam. Han pasado casi tres años desde su adiós en 1993. Y es ahora cuando todo el mundo puede descubrir que debajo de la nueva Monica Seles, más gorda, menos ágil, más patosa, hay una personalidad más fuerte, menos preocupada por las apariencias sociales, menos voluble, más impermeable. Y una tenista tal vez más frágil físicamente -ha sufrido lesiones en la rodilla, el tobillo, la ingle, el hombro, una bajada de glóbulos rojos y un virus-, pero con más peso en sus golpes y especialmente en su saque. Ganarla seguirá siendo realmente difícil.

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