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El Barça es presa de la impotencia

Los azulgrana no pasan del empate en Mérida en un partido de poca calidad

Àngels Piñol

El Barça sucumbió ayer ante su propia impotencia. Nunca un empate tuvo tanto sabor a derrota. El Atlético se escapa, el Espanyol continúa firme, el Real Madrid renace y los azúlgrana siguen sin levantar cabeza. El equipo de Cruyff no dio ayer el do de pecho: o mantenía la presión hacia la cúspide de la tabla con una victoria sin paliativos o, en caso contrario, permanecía circunscrito al grupo de notables que precisan anteojos para divisar al líder. Y no pudo el Barça: mejoró su imagen, se vació en un terreno infecto, soportó una presión nada desdeñabal, pero falló en su objetivo.Quería el Barça aprobar en Mérida dos asignaturas que lleva rezagadas desde hace tres meses. Una: el equipo no gana lejos del Camp Nou desde hace un trimestre (13, en campo de Betis, el 7 de octubre). Dos: la media de goles por partido no llega ni a la unidad (0,80 tantos por encuentro). Y tampoco mejoró su puntería, pues no marcó. Kodro sigue sin chutar y, cuando llega a poner la bota, falla o no tiene suerte o no le roban el cuero.

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Cruyff no preparó un partido a la medida del agua. El césped del campo del Mérida recordaba mucho a los peores momentos de la hierba del Camp Nou. Los ayudantes del holandés auguraban un partido de choque y apto para futbolistas de corte rudo como Carreras. Cruyff, sin embargo, repitió alineación por primera vez en lo que va de curso (31 partido).

No tenía mala pinta el equipo. En el campo estaban más o menos los que debían estar, Cruyff repetía alineación, y el equipo se estiraba como los viejos tiempos: línea de tres atrás, el medio centro por naturaleza (Guardiola), Bakero de pivote y tres puntas, con Kodro de eje. Popescu e Iván quedaban para los flancos con funciones distintas: el rumano, para que el rival no llegara, y el calvo, para que llegara su equipo al marco contrario.

El partido, sin embargo, empezó como una olla a presión. Estaba tan necesitado de puntos el Mérida como el Barça. El público, sin cesar de vitorear a su equipo y ansiado de un triunfo -sólo ha visto dos victorias en lo que va de temporada- puso el resto. El equipo salió en volandas, y Prieto le ganó la acción a Busquets en una acción que podía haberle costado la expulsión al meta azulgrana. La jugada fue un augurio del partido: mucho atropellamiento, balones divididos y poca filigrana.

El Barça vivió largo rato de la visión de juego de Guardiola, de los pases interiores de Iván de la Peña y del desborde de Figo. Parecía buen colocado y puesto en el partido, tuvo incluso el balón y el campo fue suyo, pero el reloj le dejó malparado y descubrió la esterilidad de su juego: tardó media hora en rematar con tino a portería. Muy metido en su campo, el Mérida se dejó querer por el contrario, para armar rápidas transiciones, una de las cuales acabó en gol, pero el colegiado lo anuló de forma discutible. El colectivo de Cruyff tuvo tiempo, en cualquier caso, de entrar poco a poco en el partido, pese a que nunca se reencontró con el gol. Iván de la Peña habilitó por dos veces a Kodro, pero el bosnio erró de forma lastimosa, sobre todo en la primera cuando tras sortear el portero y con toda la portería por delante remató a la base del poste. Kodro fue el reflejo de la impotencia del Barça. Únicamente faltó que Cruyff sustituyera a De la Peña para que el Barça expirara de forma definitiva. Cruyff, que tanto desmerece al fútbol inglés, acabó por dar entrada a Abelardo y jugar como en los tiempos de Alexanco con dos arietes.

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