La misteriosa desaparición de un empresario pone en jaque durante tres días a la policía
El empresario Álvaro Baigorri Arina, de 50 años, se convirtió durante tres días en el hombre más buscado de la capital. Después de que el martes la familia del dueño del concesionario Audi-Volkswagen de la calle de Víctor de la Serna (Chamartín) denunciase su desaparición, se desencadenó un impresionante despliegue en el que participaron la Unidad Central Antiterrorista y la Jefatura Superior de Policía de Madrid por medio de la Brigada de Información, la Brigada de Policía Judicial y la comisaría de Barajas. Toda una investigación que supuestamente terminó a última hora de ayer, cuando Baigorri, para alegría de su familia, regresó a su hogar. ¿Dónde estuvo? "Sigan investigando", fue la única respuesta del empresario a este periódico. A esa hora, algunas fuentes aún le consideraban en paradero desconocido.
La extraña desaparición de Baigorri desató inmediatamente la sospecha de un secuestro, incluso de índole terrorista. Las pesquisas fueron llevadas con máximo sigilo, pero sin resultado. Nadie se había puesto en comunicación con la familia, ni se había recibido petición de rescate. Ante estos hechos, las fuentes de la Dirección General de Policía mantenían abiertas todas las hipótesis. Baigorri, casado y sin problemas familiares conocidos, abandonó su casa en el barrio de Retiro a primera hora de la mañana del lunes. Su hija, a tenor de la reconstrucción policial, le vio partir con una bolsa de El Corte Inglés en la mano. El hombre, trajeado, se dirigió en taxi al aeropuerto de Barajas. Allí había reservado, billete para Barcelona en un vuelo internacional. Lo cambió por un pasaje en el puente aéreo. Sobre lo que pasó luego, nada se sabía. Los investigadores comprobaron que ni siquiera subió al avión. De hecho, se le llamó por los altavoces del aeropuerto y el vuelo sufrió retraso.
El motivo del viaje era negociar unas letras de cambio. Una operación habitual en los negocios del empresario, quien hasta finales de los ochenta fue propietario de una industria en Barcelona, siempre según la versión que hasta ayer manejaban fuentes de la Dirección General de Policía.
Las primeras sospechas surgieron cuando Álvaro Baigorri, quien supuestamente debía regresar aquel día a Madrid, no dio señales de vida. Se trataba, siempre según las citadas fuentes, de un comportamiento excepcional en el empresario. El martes, 24 horas después de su partida, la familia presentó la denuncia por su desaparición.
Los responsables policiales dudaban de que Baigorri hubiese cogido algún otro avión. Consideraban más probable que -por fuerza o no- siguiese en Madrid. Otra línea de investigación trató de aclarar los pasos que efectuó el empresario antes de desaparecer. Aunque sobre este punto las citadas fuentes se mostraban cautelosas, se llegó a determinar que Baigorri visitó su empresa incluso durante el fin de semana -cuando permanece cerrada al público- Poco más.
El interrogatorio de los empleados tampoco aportó datos que permitiesen dar con la clave del misterio a los policías. Es más, ayer mismo un fotógrafo de este periódico fue barrido a empellones por un empleado del concesionario. "¡Váyase, que hay un secuestro!", fue la razón esgrimida.
La posiblidad de que esta desaparición correspondiese a un secuestro de ETA o de los GRAPO constituía la hipótesis más temida. Pese a que no había dato que la sustentase, la anunciada amenaza de una ofensiva terrorista dio aliento a este supuesto, al que, sin embargo, se otorgaba poco crédito en círculos policiales.
Dinero, dinero
A falta de que se obtuviesen las pruebas que confirmasen una u otra hipótesis, empezó a cobrar especial fuerza la idea de que detrás de la desaparición se escondía un asunto económico.
Toda esta amalagama de explicaciones se hundió supuestamente anoche. Sobre las 21 horas, este periódico se puso en contacto telefónico con la familia Baigorri. Los parientes afirmaron que no sabían de ninguna desaparición y que el empresario "estaba de viaje".
Veinte minutos después, sin embargo, en una segunda llamada, Alvaro Baigorri ya estaba supuestamente de vuelta. "Ahora se pone", dijo su esposa. Una voz de hombre irritado surgió del auricular. Parco en palabras, no quiso dar explicaciones, se escudó en que ya estaba de vuelta "de un viaje" y, antes de cortar abruptamente la conversación, conminó: "Sigan investigando".
Nacido en 1945 en Nador (localidad marroquí cercana a Melilla), Baigorri -cano, alto y fuerte- es considerado un hombre bien relacionado. Además del conocido concesionario de la calle de Víctor de la Serna -del que es socio mayoritario-, este hombre hizo fortuna en Barcelona. Allí, en un polígono de Sant Quirze del Vallés, constituyó en 1974 la sociedad anónima Industrias Baigorri, SA. Para ello se desembolsó un capital de 38.787.000 pesetas de la época.
Entre sus socios figuraban José Luis Noriega Ruiz, con quien también participó en la firma Tracción Motor España, donde, a su vez, consta como administrador único su pariente Enrique Baigorri Escandón.
Socios de empresa
Hasta la fecha, José Luis Noriega administra la sociedad Bayno, preside Libardón -donde hay otros cuatro Baigorri- y es consejero delegado de Dragoca.
Por su parte, el pariente Enrique Baigorri Escandón ha participado en la administración de. las empresas El Palmeral de Alicante, Inmobiliaria Urbis y Enjulsa. En la actualidad desempeña dicha función en la citada Tracción Motor España, en Carale y en la sociedad limitada Nibelungos.
Industrias Baigorri declaró la quiebra por acuerdo de la junta de accionistas en mayo de 1988. Tras esta medida, Alvaro Baigorri se centró en su concesionario, en cuya lista de accionistas también consta el citado Escandón.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.