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GUERRA EN EL CAUCASO

A Yeltsin le gusta jugar fuerte

El presidente ruso ha arriesgado su suerte en momentos claves de la reciente historia de su país

El presidente ruso, Borís Yeltsin, tiene alma de jugador. Pero no es un jugador tímido o frío, sino uno al que gusta apostar fuerte, a veces incluso el todo por el todo. Si en un comienzo, durante, la peresitroika, arriesgaba sólo su carrera, con el tiempo comenzó a poner sobre la mesa no sólo su propia suerte, sino la vida de otras personas e incluso el destino de pueblos enteros.La primera apuesta de Yeltsin fue su rebeldía en el máximo órgano de poder de la URSS: el Politburó del Partido Comunista de la URSS (PCUS). Ocurrió en septiembre de 1987, cuando primero escribió una carta al líder soviético, Mijaíl Gorbachov, en la que protestaba por los métodos del número dos del Kremlin, Yegor Ligachov, y después, en el pleno de la dirección del PCUS celebrado en octubre cuando criticó abiertamente la lentitud con que se realizaban las reformas. Esto le costó su puesto de jefe máximo de Moscú y de miembro suplente del Politburó.

Pero los tiempos habían cambiado y la democracia estaba a las puertas del imperio comunista. Yeltsin apostó por el cambio y ganó, pues se convirtió en la personificación de los anhelos populares frente al poder dictatorial, lo que le aseguró una victoria aplastante en las primeras elecciones parlamentarias relativamente libres de la URSS. Después ganó fácilmente los comicios que siguieron.

Su segunda gran apuesta la hizo en el verano de 1991, cuando se alzó en defensa de la democracia durante el intento de golpe de Estado contra Gorbachov. Calificó de criminales a los golpistas y se negó a cualquier compromiso. Ganó de nuevo, pero le pareció poco salvar la democracia y decidió que había que terminar con la URSS. La conspiración de Yeltsin y los líderes de Ucrania y Bielorrusia concluyó el 8 de diciembre con la firma del Acuerdo de Minsk, que puso fin al imperio soviético.

Sus cualidades de jugador las puso de nuevo a prueba en la primavera de 1993. Llamó a un referéndum de confianza para, dirimir sus diferencias con el Sóviet, Supremo, pero los electores se pronunciaron en contra de elecciones anticipadas, con lo cual la crisis continuó. En septiembre, Yeltsin decretó la disolución del Parlamento, al que terminó cañoneando. Por primera vez se derramó sangre por su culpa: murieron 150 personas, según datos oficiales.

La paz se prolongó algo más de un año. En diciembre de 1994, Yeltsin envió tropas a Chechenia. La operación se convirtió en una larga y sangrienta guerra.

Chechenia ha sido la que ha planteado las dos últimas crisis: Budiónnovsk en junio pasado, y Pervomáiskoie, ahora. En Budiónnovsk, Yeltsin dio luz verde al asalto del hospital en el que los guerrilleros tenían a más de mil rehenes. El primer ministro Víktor Chernomirdin tomó cartas en el asunto y negoció con los chechenos, pero hubo cerca de 100 muertos.

Yeltsin ha mantenido ahora, apartado a Chernomirdin y decidido sacrificar a los rehenes para evitar lo que consideraba una nueva humillación de Rusia. Pero a pesar de la brutalidad mostrada por los militares rusos en Pervomáiskoie es muy probable que Yeltsin salga reforzado de esta crisis ya que muchos pensaban que había que "dar una lección a esos bandidos" para evitar que se repitan este tipo de acciones.

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