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Mala suerte repetida

La mala suerte ha perseguido, a los centros de ancianos de la región madrileña. He aquí algunos casos.El 7 de enero de 1986, cuatro personas fallecieron asfixiadas en la residencia La Salud, en Pozuelo de Alarcón (57.000 habitantes), como consecuencia de un incendio. Sucedió mientras una veintena de ancianos veía la televisión y otra decena permanecía, en la cama. El fuego se originó al prenderse, por causas desconocidas, un armario empotrado lleno de ropa situado en la primera planta del edificio. Tres días antes, una habitación del mismo chalé había quedado destruida también por el fuego. Esta residencia carecía de licencia de apertura y tampoco había pasado inspección municipal alguna, a pesar de que llevaba abierta un año. El alcalde afirmó entonces que en el proyecto de transformación del edificio entregado al Ayuntamiento no se hacía referencia a la segunda planta, en la que murieron los cuatro ancianos.

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El 8 de septiembre de 1989 falleció, también como consecuencia de un incendio, Serapia Correcher, de 68 años, en la residencia Roma, en Ciempozuelos (12.192 habitantes). Pasaron seis años -tras demostrarse que el centro no tuvo autorizaciones- hasta que la directora de la residencia fue condenada a tres días. de arresto y a indemnizar con 10 millones de pesetas a los herederos de la anciana.

El 27 de noviembre de 1990, el fuego arrasó la residencia privada San Ignacio, en Torrelodones (10.080 habitantes). En 10 minutos se desplomó todo el edificio, pero no hubo que lamentar víctimas gracias a la ayuda de vecinos y trabajadores del centro y a la rapidez con la que se efectuó el desalojo de ancianos. La mayoría de los ancianos rondaban los 90 años y eran inválidos.

Pitillos como causa

El 16 de agosto de 1993, Metcedes Quintana, de 69 años, enferma terminal, falleció en la residencia Ballesol, en la urbanización El Plantío, de Majadahonda (38.000 habitantes), debido al fuego provocado por un pitillo que fumaba la víctima. Otra enferma resultó gravemente intoxicada, y también cuatro ancianos más al inhalar el humo que se propagó por la planta reservada para enfermos terminales. En este piso, las ventanas y puertas que daban a la terraza tenían las rejas selladas con candados.El 24 de agosto de 1994, dos ancianos murieron y 19 resultaron intoxicados, siete de ellos en estado grave, por inhalación de humo en el incendio de la residencia Santa Eugenia, en Vallecas. La investigación de los bomberos determinó que el fuego se desató de forma fortuita en una hábitación individual por el cigarrillo que acostumbraba a fumar después de la cena Adolfo Barns Estaban, que falleció en el siniestro.

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