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FÚTBOL VIGÉSIMA JORNADA DE LIGA

Fútbol de piedra

El derby vasco alcanza las cotas más bajas de calidad en los últimos años

Tenía que haber llovido para que el tópico alcanzara su esplendor y el derbi vasco hubiera dispuesto así de todas las excusas para ocultar su negligencia futbolística. Los presidentes hicieron lo suyo, es decir, elevar la calentura a niveles patológicos; las aficiones cumplieron su parte, o sea, poner calor al acontecimiento y los futbolistas, pues eso, pundonor, entrega, batalla, porque ya se sabe que los derbis recluyen siempre el espectáculo en el graderío. Pero lo cierto es que ni Athletic ni Real Sociedad están para dar espectáculos. Por eso, tenía que haber llovido para que los amantes del tópico apelaran al estilo inglés y demás cuentos para ocultar la ineptitud.El Athletic se ha metido de lleno en el convento inglés y toda su estrategia se reduce a los pelotazos de Larrainzar o Andrinúa para que los despejen con comodidad los defensores rivales, generalmente fornidos y con la lección aprendida. Uno de cada diez intentos acababa en los pies de un jugador rojiblanco y entonces pasaba algo, no necesariamente bueno. El promedio es ridículo, pero el Athletic es así, lineal y con la imaginación proscrita.

Javier Irureta conoce las limitaciones rojiblancas y dispuso un entramado defensivo que nueve veces sí y una no se hacía con el balón sin problema alguno. Pero la Real Sociedad era triste, inexistente en el fútbol ofensivo y abúlica en sus movimientos. Con Karpin taponado por Óscar Vales y De Pedro más ocupado en tareas de contención, los donostiarras no aportaban al espectáculo más que su catálogo de despejes de cabeza.

La oferta del derbi era claramente de rebajas. Nada de combinaciones, ni de pases interiores, ni de toque; sólo choque y saltos, muchos saltos y mucha fuerza. En esa dialéctica la única discusión hermosa la mantenían Aranzábal y Goikoetxea, con clara ventaja para el rojiblanco que le rompió la cintura en cada carrera. Pero Goikoetxea nunca hace los deberes hasta el final y cada centro emborrona un examen magistral. El resto del ingenio se agotó en la disputa muscular. Karpin, De Pedro, Guerrero y Etxeberría sucumbieron a sus respectivos marcajes sólo librados raras veces.

Con ese diseño las ocasiones sólo vinieron en tiros lejanos y no precisamente de los futbolistas mejor dotados para la tarea. Así, Athletic y Real Sociedad fundieron una primera mitad indigesta.

Quizá el cansancio que siempre aligera los marcajes y un cierto adelantamiento de la Real Sociedad, más incisiva con la. entrada de Luis Pérez, proporcionaron mayores alternativas al partido. Karpin empezó a funcionar y en el minuto 69 dispuso de la ocasión del partido en un disparo a bocajarro que salvó Valencia.

La réplica del Athletic vino precedida del único error defensivo de la Real Sociedad, cuando trató de ceder a Alberto y se anticipó Etxeberría, pero el rechacé del guardameta lo malgastó increíblemente Guerrero en un mal control con la portería absolutamente vacía.

El Athletic mantuvo la presión del partido hasta el final, pretendiendo encerrar a su oponente con un dominio insulso, sin ocasiones. Pero lo cierto es que el, conjunto donostiarra aplicó mayor criterio a su juego, más conjuntado, aunque mantuviera una tibieza ofensiva alarmante. La Real Sociedad nunca creyó en la victoria.

El Athletic sí tenía fe, lo que no dispone es de argumentos. El cansancio incrementó sus errores, algunos realmente patéticos. Nunca supo como entrar en la casa del vecino. El partido, en los minutos finales, era de la Real Sociedad.

Pero el fútbol vasco no está para echar cohetes y el derbi de ayer lo ratificó. Aunque algunos apelen al tópico al estilo inglés y a eso de dejarse la piel en el campo, cuando en realidad no se sabe hacer más de lo que se hace.

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