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Revancha

Enrique Gil Calvo

El juego ya está echado: para marzo tocan urnas, González se presenta y la campaña de invierno se anuncia encarnizada, a juzgar por el recuerdo de su anterior contienda contra el aspirante Aznar. ¿Se tratará de una mera reedición apenas remozada de aquel viejo guión que en el 93 tanto nos apasionó, como si fuese un vulgar remake televisado de Duelo al sol? De ser así, aviados estamos, pues nunca segundas partes fueron buenas. Pero no es fácil que la historia se repita. Es cierto que hoy también se parte de una expectativa de clara victoria de Aznar a causa del clamor popular contra flagrantes abusos de poder. Pero la espectacular remontada que protagonizó entonces González, hasta conseguir il sorpasso de Aznar, ya no parece ahora posible. Se recordará que la clave residió en el increíble aumento de la participación electoral: el presidente logró movilizar a un millón adicional de indecisos, potencialmente abstencionistas., convenciéndoles para que acudiesen a votarle a él. ¿Cabe repetir hoy esa hazaña?Recordemos las recientes elecciones autonómicas catalanas. Se dijo entonces que Pujol las había perdido por el voto de castigo a su coalición implícita con González. Pero no había- tal. Pujol ganó las elecciones, pues incrementó sobremanera el número de sus votantes. Pero perdió la mayoría -absoluta porque el superior incremento de la participación electoral benefició en menor medida a Pujol que a sus rivales. ¿Por qué bajó tanto la abstención electoral? Fue otro caso de morir de éxito. El protagonismo que desde el 93 había adquirido Pujol en Madrid, como consecuencia de su decisivo papel arbitral, había revalorizado extraordinariamente el poder político de la Generalitat. Por tanto, esta institución, que desde el 82 hasta el 93 no había interesado más que a los catalanistas (pues el resto de los catalanes se desinteresaba de ella, dada su poca influencia sobre la mayoría absoluta de Madrid), pasó a parecer extraordinariamente relevante aconsejando acudir a las urnas a una proporción mucho mayor de votantes.

¿Podría pasar algo así en las generales del 96? ¿Es verosímil que la participación electoral suba tanto que permita un nuevo sorpasso de González a Aznar? Para lograrlo harían falta dos condiciones. Por una parte, seria preciso que aumentase mucho el clima de incertidumbre y apasionamiento para convencer a los indecisos de lo muy decisivo de sus votos. Parece lógico esperar que Aznar y Anguita, con su crispado extremismo verbal, intenten provocar ese clima criminalizando al adversario. Pero, a diferencia del 93, no parece que González vaya esta vez a sumarse al china de guerra civil incruenta. Por el contrario, se muestra no hastiado, pero sí distante, como si deseara situarse au dessus de la mêlée para no endosarse una derrota que da por descontada. Y si el candidato González no se implica no habrá suspense, incertidumbre ni entusiasmo electoral posible.

La otra condición es hallar una buena historia que contar: un relato mitológico que proporcione sentido a la necesidad de ir a votar. En el 93 este relato maestro fue todo un hallazgo: durante la Semana Santa, el presidente le exige a su partido que asuma la responsabilidad por el caso Filesa, el partido se niega y, entonces, González disuelve, convoca elecciones y presenta su candidatura justiciera (Garzón y Belloch incluidos) con un mensaje de cambio sobre el cambio que promete limpiar y regenerar su partido. ¿Qué relato maestro se intentará vendernos en la campaña del 96? El primer acto introductorio ya se ha escenificado con el suspense de ser o no ser candidato. Pero no es suficiente y falta el resto argumental del nudo dramático: ¿Por qué se debe acudir a votar a González a pesar de todo lo que ha pasado?¿Qué nos contarán para convencernos? ¿Quizá que sólo votándole se puede desactivar la conjura contra el Estado? ¿O que sólo el pueblo soberano está legitimado para echarle, permitiéndole abandonar el poder con la cabeza bien alta y absolviéndole históricamente de todas sus responsabilidades? Pero ¿quién lo creerá?

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