La Eurocopa: valores en cuestión
, La selección española cerró el ejercicio 1995 con beneficios. Un somero repaso al balance del año permite un diagnóstico optimista: España cuenta como favorita en cuantas reuniones sociales celebra el fútbol mundial. De un modo estable, España ha alcanzado un status internacional respetable: una y otra vez, sorteo tras sorteo, es cabeza de serie. La estadística de la FIFA mantiene su cotización al alza de forma invariable en la última temporada: España es una de las cuatro mejores del mundo estadísticamente hablando.
Los números están del lado de Clemente, que ha diseñado un equipo extraordinariamente compacto. No sólo no se perciben grietas en su estructura sino tampoco voces disonantes, En la selección española sólo habla Clemente. El es el líder y él es quien fija con qué criterio se juega. Los jugadores aceptan su disciplina y se entregan sobre el terreno de juego. No hay desertores. Ni se permiten privilegios. Es una selección que no acepta goles y hace los que necesita. Actúa como equipo, tiene una alineación estable y una conducta coherente.
Pero 1996 presenta en el horizonte un objetivo singular, un examen final: la Eurocopa. Y con ella, un título en juego. Y con el título, un grado de nobleza. España soporta una imagen de marca que permanece con el paso del tiempo: se mueve con eficacia en las eliminatorias previas, pero falla en el todo o nada. Clemente vende otra imagen y, consecuencia. de ello, se le pedirán cuentas.
Entre los equipos que ganan partidos y aquellas que ganan títulos hay una sensible diferencia. Acaso un estado de ánimo, quizás una estrella en estado de gracia, otras veces la coincidencia de una excepcional generación de jugadores. Pero siempre, entre los campeones, se percibe una elocuencia. Y esa elocuencia determina su nivel. La Eurocopa no pone en cuestión el grado de aleación sino el grado de riqueza. Y no tiene el mismo valor el acero que un metal precioso.
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