El Sevilla hurga en la herida del Barça
Un gol de Monchu acabó con los azulgrana, que nunca jugaron cómodos
, El Barça ha vuelto a la oscuridad. Lo mismo es decir que cada vez se desprende más de la Liga. Intentó renovarse en el Sánchez Pizjuán, a costa del Sevilla, un equipo desconcertante por sus extraños resultados, pero fracasó. Ahora su herida está más abierta y las fiestas no deparan tranquilidad. A pesar de todo Johan Cruyff regresó al estilo sencillo de las fórmulas geométricas infinitas, un modelo que a veces falla, pero nunca caduca.
Dispuso ante los andaluces un esquema más natural, más en sintonía con su cabeza. En definitiva, el holandés fue a por el partido pensando sólo en su partido, no en el del adversario. Del seísmo del Calderón Cruyff sacó una conclusión de pura economía. Se ahorró investigaciones sobre qué rival se iba a encontrar en el Sánchez Pizjuán. Sencillamente, se ocupó de lo que debía hacer el Barça. Aunque no despreció al Sevilla, olvidó amarrar sus salidas. Y lo que es peor, no descontó que el Sevilla era capaz de hacer un gran partido.
Así fue. El Sevilla, ya, es un equipo sano. Tiene sistema y organización. Tiene, sobre todo, un entrenador que se maneja con más criterio que fe. Cruyff entregó a De la Peña, un jugador de una pulcritud muy saludable, el sitio por antonomasia. Popescu se lo había prestado; purgaba un castigo por tarjetas. El Sevilla se obsesionó con estrangular la salida del calvo. No era mala idea. Venía de darle un resultado magnífico en Villamarín. Entonces fue Alexis la víctima y Monchu, el que recibió el mismo encargo: declarar un incendio en la primera línea del tránsito azulgrana.
Ayer fue Marcos el estrangulador. Pero Iván empezó ganando la partida a su par. Aun así, el Barca no terminaba de abrochar el partido. No llegaba al área. Tardó un cuarto de hora en ver de cerca a Unzué. La máquina funcionaba con la posesión, pero se descomponía sin el balón. El Sevilla se trabajó un partido indigesto. Juan Carlos sí pensó en el Barca para encarar el pleito. Era su equipo una escuadra aparentemente arrugada, pero muy flexible. Organizó un embotellamiento en la zona ancha para obtener beneficios en la recuperación. Monchu y Tevenet aguardaban para saltar como flechas. Mientras no hubo transigencia, el Sevilla estuvo de pie. Su jugada era tan simple como venenosa. El Barça nunca se fió del adversario. Y Monchu no perdonó y marcó aprovechándose de una cómoda ventaja en el área azulgrana. El Barça salió después a por la remontada. El Sevilla ya había descontado que toparía con un Barca enfurecido. Le tapó bien los caminos hasta el punto de que los azulgrana consumieron buena parte del segundo tiempo dando tumbos.
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