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FÚTBOL DECIMOSÉPTIMA JORNADA DE LIGA

El Atlético se consolida en Mestalla

La actuación de Zubizarreta no impide la derrota del Valencia

El Atlético obtuvo una victoria a los puntos. Trabajada durante todo el encuentro (en el que impuso su superioridad) y coronada en un instante final de gloria que desgarró la red que había tejido Zubizarreta en una tarde magnífica. El equipo de Antic tiró pues de paciencia para consolidar en una de las más duras plazas de la Liga su aspecto inquebrantable. Entre el centro del campo y la delantera, el Atlético tejió un tiralíneas invisible que enredó sin remedio a los locales. El triunfo atlético de paso sirve para enviar a las catacumbas a uno de sus posibles rivales. El Valencia, a 12 puntos del líder, entra definitivamente en una dimensión distinta a la del líder.Valencia y Atlético, hundidos en la mediocridad el pasado ejercicio, se reunieron esta vez en la cumbre para festejar un partido de alto voltaje. La hinchada, sin embargo, se resistió a acudir al estadio: la voracidad recaudatoria del club, que puso los precios por las nubes, hizo mella en las gradas y propició la entrada más pobre de la temporada.

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La sombra atlética se extendió con arrogancia por Mestalla. Marcó un perfil amenazante en los primeros instantes que acabó por intimidar al Valencia. El verde se pobló de figuras rojiblancas a las que perseguir. La sincronización en el centro del campo rojiblanco permitió a Penev acechar con una asuidad insultante a Zubizarreta. En su regreso a Mestalla, el delantero búlgaro se convirtió en el principal enemigo del Valencia. El público, que lo había recibido con indiferencia, acabó por volcar su ira sobre el jugador cuando dilapidaba sus encuentros con Zubizarreta.

El meta vasco respondió de manera extraordinaria hasta en cinco ocasiones, sobre todo en aquella en la que Penev arrastró a los centrales, sirvió franco a Simeone y éste a escasos metros del gol, se topó con el pie de Zubi (m. 32).

Por entonces el Valencia ya se había encomendado a la sobriedad de Zubizarreta (cuyos gritos retronaban en él estadio) y a la magia de Mijatovic. Pero ayer el montenegrino había abandonado el Olimpo: semejaba un vulgar futbolista.

Las distancias entre ambos conjuntos se acrecentaron con el trascurrir del choque. El líder expresaba su liderazgo. El Atlético se encontró un filón por el flanco derecho, donde Caminero se fabricó una autopista hacia la meta local en la que Romero no estableció peaje alguno. El dominio colchonero de la medular se hizo aplastante y el anuncio de gol era inminente.

Apagado el brillo de Mijatovic, el Valencia destapó todas sus carencias. Le restaba esperar al descanso en busca de las órdenes milagrosas de Luis, el sabio.

Pero. por allí no había más pócima salvadora que el guante de Zubizarreta, que construyó un muro infranqueable ante su portería. Por allí apareció Pantic con frecuencia para comprobar la blandura defensiva y la dureza del meta.

Aunque, pese a las ocasiones desperdiciadas, el Atlético hacía gala de nervios de acero.Una paciencia desesperante, una especie de autosuficiencia que parecía afirmar que aquello lo solucionarían cuando quisieran. Y lo hizo, justo cuando no había tiempo para más y en el preciso instante en el que el Valencia parecía recobrar el aliento. Como si lo tuviese todo planeado. En todo caso, lo había merecido.

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