Triunfo del Congreso al 'sprint'
276 diputados votan por unanimidad que las carreteras cedan paso a los ciclistas
Arriba, en la tribuna de invitados, María Teresa Palacios Salvador veía al fin cumplido su sueño. Nadie puede devolverle la vida a su marido, un cicloturista atropellado en Sant Pere de Ribes (Barcelona), pero el arduo trabajo acometido para lograr 27.800 firmas de adhesión a su campana Basta ya de muertos en bicicletas obtenía sus frutos. Abajo, en el salón de plenos del Congreso de los Diputados, los 276 ocupantes de los escaños aprobaban ayer por unanimidad un informe en el que se recogen muchas más sugerencias de las que, ella misma había soñado para evitar que otros padezcan su mismo sufrimiento: el dolor por la muerte de un ciclista.A su lado, José Luis Laguía, presidente de la Asociación Nacional de Ciclistas Profesionales, y Eduardo Chozas, miembro también de la asociación, compartían esa mismo sentimiento de satisfacción. Meses antes habían comparecido ante la ponencia encargada de abordar el estudio y seguimiento de los accidentes de ciclismo para narrar a sus señorías su experiencia como profesionales de las dos ruedas. Pedro Delgado también contó la suya, como otras decenas de comparecientes vinculados de una u otra manera a ese deporte o la seguridad vial.
El Congreso ha tardado un año y un día en recorrer el itinerario que se marcó. Ha llegado a la meta, con el pelotón al sprint, enarbolando una única pancarta: las carreteras no son para uso exclusivo de vehículos con motor.
Cuando en el año 1934 se dictaminó la primera regulación del tráfico en España, su objetivo era ordenar la circulación de los incipientes automóviles. Esa idea persiste hoy en día.
España no es, desde luego China, donde la bicicleta es el medio de transporte por excelencia. Ni Holanda o Dinamarca, países lo suficientemente planos como para que jóvenes o ancianos las utilicen para sus desplazamientos diarios.
Desde que las prestaciones de las bicicletas profesionales y sus múltiples marchas se aproximaron a las de pasear por los alrededores de casa y los grandes hipermercados tiraron los precios, la explosión de la bicicleta ha invadido las carreteras y senderos del país. Cada fin de semana, 700.000 usuarios se echan a la calle, según el informe del Congreso; 800 millones dice que existen en el planeta (incluidas, claro, las de los chinos), frente a 400 millones de automóviles.
Esta desigualdad no se refleja en el trato qué unos y otros reciben en las carreteras y vías urbanas. La discriminación llega al extremo de que existen más señales de tráfico indicativas del paso de animales que de ciclistas, como observa José Luis Martínez Blasco, presidente de la comisión que ha elaborado el informe del Congreso. Ese desprecio a los usuarios que se desplazan por su propio impulso adquiere dramática relevancia cuando se mide en muertes. Entre enero y agosto de este año se han producido 2.207 accidentes con víctimas, de las que 84 fueron mortales(152 en 1994).
El informe del Congreso pretende acabar con esta sangría y adaptar la cultura de 1934 a la de hoy, de modo que los ciclistas compartan las vías con los mismos derechos y obligaciones que cualquier otro usuario. Sugiere modificar y actualizar el reglamento de circulación en el sentido de ampliar de 1,5 metros a 2 la distancia en el adelantamiento a un ciclista (2,5 cuando se trata de un vehículo largo); permitir la circulación en paralelo; prohibir adelantarles en raya continua; cederles la prioridad en los giros a derecha, tutelar a los menores de 12 años, practicar controles de alcoholemia y hasta cien sugerencias más, como habilitar carriles especiales, potenciar el uso del casco, hacer campañas publicitarias o impulsar el aseguramiento de los ciclistas.
El Congreso confía en que estas medidas se incorporen al Reglamento de Circulación en un plazo no más largo de un año. De lo contrario, los ciclistas españoles seguirán asumiendo un riesgo mortal cinco veces superior a sus colegas, por ejemplo, de Alemania. Mientras el número de accidentes en los que se ven involucrados es similar en ambos países, la relación de víctimas mortales en España es cinco veces superior a la de Alemania.
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