La vida secreta de Monchito
Una vez había (y sigue habiendo) un madridista vísceral que sufría agudos ataques de melancolía cuando el equipo merengue no encabezaba la clasificación liguera. De nombre Monchito, era un tipo pinturero castizo y elocuente. Los rojiblancos, objetó-predilecto de su sarcasmo, temían sus dardos dialécticos y omitían hablar con él de cuestiones relacionadas con el balompié. Porque Monchito, sin ser ultrasur pertenecía al integrismo madridista, condensado en este dogma maniqueo: "Fuera del Madrid no hay salvación".Al comienzo de esta aciaga temporada, se inició en Monchito una crisis institucional interna, que le llenaba de desasosiego. Dolido con la mediocre campaña de su equipo, sentía en el fondo, del alma una morbosa e inconfesable atracción por el Atlético de Madrid. Andaba por ahí ensimismado y lúgubre. El médico diagnosticó la enfermedad sin dudarlo- padecía el síndrome de Michel (dícese de la tristeza estoica que invade a los artistas cuando presienten que no son queridos por su público, o viceversa) (1).
Una noche, en sueños, se le apareció un pope griego rodeado, de ángeles y Ie dijo:
-Monchito, yo soy san Nectario. Te comprendo muy bien, hijo mío, porque a mí me pasa lo mismo. Tengo el alma partida. Soy patrono del Sevilla, pero, en secreto, me gusta el Betis aunque pierda.
Nuestro héroe contestó:
-¿Y cómo te lo montas, oh Nectario, para estar tan orondo, con ese puñal en tu corazón?
-El corazón, querido, es una caja en la que caben muchas melodías y múltiples querencias.
Y Monchito, despertando bruscairiente, gritó.
-¡San Nectario, eres un chaquetero!
Otra noche, en duermevela, se le aparecio un bienaventurado con boina rodeado de chistularis y le dijo -Monchito, soy san Mamés, patrono del Bilbao. Me caes bien y te quiero abrir los ojos, hijo mío. Has de saber que en el cielo todo el mundo es del Atlético, incluido el jefe. Dios trabajó seis días, y al séptimo descansó. Pero el Todopoderoso es muy listo y no se acuesta en cualquier sitio. Ordenó hacer un colchón a su imagen y semejanza. Es así como el Altísimo, se convirtió en socio de honor de los colchoneros. Por eso, mi equipo y el de la ribera del Manzanares tienen camisetas iguales y ambos se llaman Atléticos. Dios está con nosotros.Estas inspiradas palabras hicieron mella en el ánimo de Monchito, temeroso de Dios y de la muerte. Su espíritu se debatía en dudas sangrientas, pero en su mente empezaba a efectuarse el gran cambio, el cambiazo. Una noche se le apareció un señor muy serio con sotana y le dijo:
-Monchito, soy Calderón, como el estadio, y te aseguro que la vida es sueño. Ahora bien, para disfrutar de un buen sueno, se precisa un buen colchón. En consecuencia la vida es rojiblanca. Tú mismo debes sacar las consecuencias oportunas.
Y las sacó. El sábado pasado acudió por primera vez en su vida al Manzanares. Irrumpió con barba y bigotes postizos para evitar el bochorno de ser reconocido por sus enemigos. Y allí ocurrió el milagro. Monchito apostató de su fe madridista y gozó como sólo se goza con pecados sublimes y esporádicos. Esa madrugada, al pasar por Cibeles, la diosa le increpó de este modo:
-Monchito, eres un canalla y un traidor. Te apuntas sin escrúpulos al carro de los ganadores. Sábete que mi hijo Neptuno, patrono de los colchóneros, es un ser abominable que acaba devorando a sus hijos.
-Mire usted, señora mía, yo lo que quiero es divertirme. Me separo cautelarmente del Madrid. La Constitución ampara este divorcio.
1. Hace unos años, él madridista Michel abandonó el terreno de juego sin que nadie se lo ordenara. El jugador justificó así su actitud: "Sentía que no me querían".
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