"La política no es una exclusiva de los partidos"
Luigi Abete procede de la industria editorial y de las artes gráficas, ámbito en el que se mueven sus negocios: Editoriale Progetto, Calcografia & Cartevalori y Azienda BeneventariaTipografica Editoriale. Entusiasta de la moneda única y de la flexibilidad laboral, no cree que la precariedad en el trabajo sea la causa del descenso en el consumo y descarta que la reducción de la jornada laboral sea una solución al desempleo. Este abogado de formación defiende además el derecho de la empresa a participar de la definición de las políticas económicas.Pregunta. Usted ha venido a España par asistir a una reunión de la patronal europea (Unice) y a una conferencia sobre el empleo juvenil. ¿Qué elementos de optimismo puede aportar a todos esos jóvenes que salen del sistema educativo sin esperanza de encontrar acomodo en el mercado laboral?
Respuesta. Ése ha sido el motivo de esta conferencia sobre el trabajo de los jóvenes. El objetivo es sensibilizar a las empresas de los países europeos a hacer todo lo que puedan y empujar a los Gobiernos a ser más eficientes, y eficaces en sus políticas de fomento del trabajo juvenil.
El problema de la incorporación al trabajo de los jóvenes no se resuelve de una sola forma, sino con un conjunto de iniciativas que se refieren, por una parte, a la calidad de la formación; por otra, a la capacidad de hacer converger la demanda y la oferta a través de la flexibilidad y de una información más rápida y directa; y también con políticas macroeconómicas. Las tres direcciones deben concurrir.
P. De forma más concreta, si un joven le pregunta qué debe hacer para encontrar trabajo. ¿Qué le aconsejaría?
R. Aumentar muchísimo su experiencia directa dentro de las empresas bajo la forma de prácticas o contratos de formación, porque las estadísticas demuestran que el principal problema es vencer el muro del primer encuentro con el trabajo.
P. A las puertas del siglo XXI se debate la necesidad de un cambio en las relaciones laborales, de hecho empiezan a aparecer nuevas fórmulas, como la disminución dé la semana laboral, en Alemania, o el intercambio de horas extra por tiempo de ocio que ya aplican algunas empresas norteamericanas. ¿Qué opinión le merecen esas tendencias?
R. Ante todo, no hay que olvidar que en Alemania, la marcha hacia la reducción generalizada del trabajo se adoptó hace años. Todos los responsables se han arrepentido de esa elección, porque se ha demostrado que no es factible. Aun admitiendo que pudiera llevarse a cabo, no genera nuevo trabajo. En los últimos meses, no sólo en Alemania, sino también en otros países, se experimenta sobre la articulación del horario de trabajo. Por ejemplo pasar del horario semanal al anual, o formas de flexibilidad que permitan valorar mejor las necesidades de la empresa, las capacidades del trabajador, formas que, desgraciadamente, hasta ahora sólo han sido experimentadas en casos de crisis de las empresas.
Personalmente, creo que seguir estos experimentos, caso por caso es útil, pero pensar que puedan generalizarse es un error estratégico. Además de la experiencia histórica negativa en los últimos cinco años, el contexto competitivo ha cambiado completamente. La competencia no se da sólo entre los países económicamente fuertes, sino también frente a los de nueva industrialización. Por tanto, pensar en afrontar los problemas del trabajo con la reducción de jornada significa transferir ese trabajo hacia los países en vías de desarrollo. Además reducir el trabajo significa reducir la capacidad de utilizar a los profesionales, en tanto que tenemos el problema opuesto, la falta de profesionales. El trabajo del futuro será más flexible y más profesionalizado.
P. Usted defiende la flexibilidad del trabajo, pero en los últimos años esto ha llevado a un incremento del trabajo precario y paralelamente a un descenso del consumo....
R. No es cierto por dos motivos. Uno, no es verdad que haya aumentado la flexibilidad de trabajo, al menos en Italia... Lo que ha aumentado es la sensibilidad hacia la flexibilidad, y, a falta de reglas que regulen esa flexibilidad, aumenta la precariedad. En segundo lugar, el nivel de consumo no tiene nada que ver con esto. Cambia por diversos motivos, como la seguridad en el futuro o un factor de naturaleza histórica: tras las recesiones siempre cambian los hábitos de consumo, y acabamos de pasar una recesión. En todo caso, la flexibilidad está en la lógica de la sociedad moderna.
P. En ese contexto, ¿tendrá cabida el Estado del bienestar?
R. ¿Por qué no? Por supuesto. El problema es comprender que para tener un Estado de bienestar generalizado hace falta una contribución mayor por parte de los ciudadanos. Por ello no se debe pensar que el problema se resuelve reduciendo, sino aumentando la capacidad de trabajo.
P. ¿En qué estado se hallan las relaciones entre los sindicatos y las patronales? ¿Hacia dónde espera que evolucionen?
R. En Italia tenemos una situación positiva en el sentido de que tenemos relaciones francas, en algunos casos competitivas, pero constructivas. Pienso que el clima de las relaciones laborales en Italia es sólido, no se interrumpirá por un momento de fricción, por un contencioso aislado. Por otra parte, Italia ha superado, está superando, una fase de transición política e institucional porque hay una gran estabilidad social.
En Europa, el problema es algo más complejo. Las expenencias sindicales y patronales son muy diferentes, Se necesita tener la capacidad de adivinar cuál puede ser el discurso que acerque, y no que aleje. Para ello, hace falta que tanto dentro del mundo empresarial como del sindical se establezcan algunos objetivos comunes que permitan avanzar el diálogo social. Ambos tienen que comprender que si se quiere mantener la competitividad de Europa, si se quiere controlar el paro, necesitan hacer concesiones.
P. ¿Considera que la empresa debe tener una participación activa en la política económica? En el caso de Cofindustria, ¿cómo es esa relación con el poder político? ¿Ha cambiado mucho?
R. Por supuesto. La política no es un patrimonio exclusivo de los partidos. La política es la capacidad de establecer normas para que la sociedad funcione mejor. En parte, esto es responsabilidad de los partidos, pero se requiere la concurrencia de los agentes sociales y económicos. La diferencia, respecto al pasado -y que Cofindustria en Italia practica desde hace años- es que las fuerzas sociales ya no necesitan la intermediación de los partidos políticos, sino que pueden dialogar directamente con las instituciones.
P. Y volviendo al marco europeo, ¿como ve la llegada de la moneda única?
R. Cuanto antes llegue, mejor. Los objetivos y los tiempos están bien establecidos en el Tratado de Maastrich, y hay que respetarles. Si se respeta el ritmo previsto, en 1998 los Gobiernos se reunirán y analizarán cuáles son las diferencias y las tendencias. Porque aunque no se hayan conseguido todos los objetivos, las tendencias pueden ser buenas. Hacer hoy la previsión de lo que va a pasar entonces significa crear una traba virtual. Hay que evitar hacer el juego de las previsiones.
P. ¿Cree entonces que beneficiará a las empresas?
R. Sí, y a las italianas muy en especial; por eso tenemos que darnos prisa en sanear nuestra economía.
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