Las ruinas de Armántica
Las oficinas del Ayuntamiento de Talamanca del Jarama se hallan en el primer piso de un caserón vetusto y destartalado que en su día albergó, las caballerizas de los duques de Osuna. Más notable por dentro que por fuera, el edificio está a punto de ser rehabilitado para sacar a la luz la gran nave de la planta baja, compartimentada y retabicada, donde volverán a lucir las dos hileras de columnas toscanas de las antiguas cuadras, que constituyen lo más interesante de la construcción. En la planta superior, destinada en origen a granero y pajar, subsiste la división hecha a principios de siglo cuando el Ayuntamiento vendió estas dependencias a una fábrica de harinas. Si no fuera por los ordenadores, el fax y otros modernos artilugios, los despachos, municipales, donde se acumulan legajos y archivos, serían una elocuente muestra de oficina decimonónica, aspecto reforzado por el acre aroma del tabaco negro que humea en los ceniceros de los funcionarios.José Luis Hortigüela Del Pozo, teniente de alcalde del pueblo, resume para el cronista los aspectos más significativos de la agitada hisforia de Talamanca del Jarama que, antes de llegar a estos doce años de gobierno socialista, vio pasar a romanos, visigodos, sarracenos y cristianos cuyas huellas aún se vislumbran entre el disperso caserío de la villa y sus alrededores.
En el Ayuntamiento de Talamanca se vive un problema que afecta a un buen número de pueblos de la provincia, planificar servicios para los residentes de fin de semana y veraneo que no figuran en el censo de 1.287 habitantes y que por lo tanto, no aparecen en los modestos presupuestos municipales. El censo ha ido creciendo moderadamente según se iban asentando definitivamente algunos de los ocupantes ocasionales que hicieron de, su segunda vivienda primera y única residencia. Talamanca, está a media hora de Madrid y aún más cerca de Alcalá. Una salida cómoda a la cercana autovía de Burgos solucionaría los problemas de comunicación, y transporte de los vecinos de Talamanca que para llegar a pueblos cercanos del otro lado de la autovía han de dar un considerable rodeo. La fundación y la prosperidad del pueblo en otras épocas vino, marcada por su estratégica situación geográfica en un cruce de caminos vital de la meseta, durante la Edad Media cuando el puerto de Somosierra se convierte en el paso principal que atraviesa el Sistema Central, eje indiscutible de las comunicaciones Norte-Sur en la Península. Talamanca es además un núcleo de tránsito ganadero cruzado por numero sas cañadas y coladas de la, red pecuaria. Una leyenda popular y con escasos visos de realidad sitúa el origen del topónimo Tamanca en la existencia en tiempos inmemoriales de una reina manca que se llamaba Tala, pero el ilustrado cronista Jiménez de Gregorio apunta que más bien procede de tala (tierra pedregosa),o del céltico talu (enfrente). En la zona se descubrió una necrópolis de la Edad del Hierro y restos, de asentamientos romanos en el Cerro de las Losas. El notable puente romano de, cinco ojos situado en una grata chopera a las afueras del pueblo, sin desmentir su origen, es, como otros muchos así llamados, de factura medieval, del siglo XI reconstruido en el siglo XVI. Sin utilidad viaria, el puente muestra un trazado quebrado con diferentes anchuras, un armonioso arco principal y cuatro menores descendentes. Con problemas de conservación, uno de los arcos menores está medio derruido, es el centro de un agrada ble parque al que le da categoría de parque fluvial el curso de uno de los muchos arroyos que cruzan la zona.El catálogo monumental de Talamanca del Jarama se nutre también con estelas visigóticas, el modélico ábside mudéjar de Los Milagros, milagrosamente preservado y entronizado en una de las plazas, la iglesia parroquial de San Juan Bautista, muestrario de diferentes épocas y estilos, del románico al barroco, la muralla árabe de la que se conservan restos de lienzos, torreones y puertas, la ermita de la Soledad, La Cartuja que fuera de los monjes. del, Paular y su bodega. La Cartuja, propiedad particular en preocupante estado de abandono, ocupa una amplia extensión de terreno donde estuvieron las dependencias de la granja de los monjes del Paular, aquí establecida en el siglo XVII. Se trata de un conjunto de instalaciones agrarias articuladas en tomo a un gran patio. La fábrica es de ladrillo y cajones de mampostería incrustados de escorias minerales, cubierta con teja curva, con basamento de sillería y alero de madera. Aún más interesante es el edificio de la bodega, fechada a principios del XVIII, situada al borde del arroyo de Valdejudíos, se trata de una construcción de ladrillo formada por tres cuerpos escalonados siguiendo el declive del terreno.
Como hito de la historia más reciente del pueblo se sitúa el paso por la decrépita Cartuja de Marlon, Brando en su papel de Torquemada. Obviando el, anacronismo aquí se rodaron algunas escenas de uno de los colones quintocentenarios.
La Talamanca de hoy vive de la construcción y de la hostelería aunque subsiste algo de ganadería ovina y agricultura de cereal. La concentración parcelaria no se pudo realizar, pese a los esfuerzos del equipo municipal presidido por el alcalde Mariano Morona Moreno, ante las reticencias de los viejos agricultores muy apegados a la tradición. Una industria textil, oficios artesanos y pequeños comercios, bares y restaurantes, completan el panorama de un pueblo en el que no existen graves problemas de desempleo. La antigua Armántica de los romanos vive entre los restos de su esplendor histérico, preocupada por conservarlos y realzarlos, enfrentada a un futuro de cambios y retos reforzados por su cercanía de la capital que atrae, de momento con mesura, a nuevos pobladores que escapan del mundanal ruido de la urbe.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.