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Tribuna
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Fútbol

El fútbol consiste en meter el balón en la propia portería, que es la que defiende el equipo contrario. La interpretación clásica de este deporte es muy belicista. Los cronistas narran el partido como una batalla. Defensa, vanguardia, tiros a puerta, bombardeo en el área, son términos militares, pero realmente el fútbol no es sino un intento de regresar al claustro materno. Eso se consigue cada vez que se marca un gol, pero antes de llegar a ese instante supremo hay que atravesar un cúmulo de adversidades. También la vida suele impedir ese feliz retorno a la placenta mediante una sucesión de zancadillas y tarascadas. Cuando el delantero, sorteando al adversario, logra llevar la pelota hasta la boca del útero de la madre y se dispone a disparar, allí encuentra bajo los palos al portero contrario, que es la figura del padre. En el inicio de este deporte, hace 2.000 años en China, cada equipo entraba en el campo a través de la propia portería, que entonces carecía de red, y eso significaba un simulacro de nacimiento. La existencia era algo que sucedía en medio de una cancha llena de problemas: los jugadores, según cada bando, se alineaban concertando el modo de volver a introducir el yo, que había adoptado una forma esférica, en aquel paraíso que habían dejado detrás del marco. Cada gol engendra todavía una explosión de júbilo. Al principio no tenía ningún cariz agresivo. No era el producto de una victoria sobre el enemigo, sino una expresión amorosa que aún conserva hoy la resonancia del orgasmo. El público penetra con la pelota en la región de los sueños. Fueron los ingleses quienes dotaron a este deporte de un carácter competitivo. El reglamento estableció el cambio de portería en el segundo tiempo y desde ese momento comenzó la confusión. Dónde estará mi madre o cuál será el sexo de mi novia, se preguntan los delanteros. Los dos equipos la buscan en sentido contrario. Esa ansiedad fue convertida por los ingleses en una guerra, pero no es más que un amor irremediable por hallar un agujero donde refugiarse.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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