La oferta de negociación de Isabel II a Diana deja entrever el divorcio de los príncipes de Gales
El Reino Unido despertó ayer inmerso en una de las mayores crisis constitucionales de su historia. Mientras el país entero discutía el alcance de la arrasadora entrevista concedida por Diana de Gales a la BBC, un portavoz del palacio de Buckingham se limitó a anunciar el inicio de conversaciones con la princesa "para definir su papel futuro". La mayoría de los analistas políticos consideran que el explosivo contenido de la entrevista emitida el lunes por la televisión, en la que Diana de Gales puso en duda las posibilidades de su marido de ser rey, confesó su propio adulterio y calificó indirectamente de inhumana a la familia real, sólo pueden conducir a un rápido divorcio de la pareja.
Bajo la aparente frialdad de la oferta palaciega late un torbellino de furia. La perspectiva del divorcio -la princesa precisó que no lo desea- vuelve a abrir el debate sobre la posibilidad para el heredero del trono de embarcarse en un nuevo matrimonio, Downing Street reaccionó con distanciamiento transmitiendo un mensaje de calma. La situación no ha variado, explicó un portavoz del Gobierno, desde, que el 9 de diciembre de 1993 John Major anunció la separación oficial de la pareja.Pero la tormenta no iba por, ahí. Tampoco la confesión de adulterio de la princesa que ha dado nueva carnaza a los tabloides, empeñados ahora en la búsqueda de James Hewitt, el despreciado capitán de, cabaIlería que inspiró el libro Princesa enamorada, parece capital. Después de todo, eso ocurría en 1989, cuando ya la joven esposa había percibido que el suyo era "un matrimonio de tres", ya que era inevitable incluir a Camilla Parker-Bowles, amante del príncipe.
Fueron las declaraciones de la princesa desvelando las interioridades de una familia real, en la que sus problemas de bulimia eran considerados como, "un desperdicio de comida" y las continuas referencias a los círculos próximos a su marido como "los enemigos", lo que más daño ha hecho en Buckingham Palace.
La intervención de Diana de Gales. en el programa Panorama fue desde el principio hasta el fin una andanada sin precedentes contra la actual Monarquía británica. La princesa reconoció que no espera ser reina: "Quiero reinar en el corazón deja gente", para lanzar después un dardo envenenado contra su marido. Preguntada por el periodista Martin Bashir si considera que Carlos de Inglaterra desea ser rey, Diana, con sutil ironía explicó: "Ser rey sería asfixiante. Y precisarnente porque le conozco, creo que el puesto más alto, comoyo lo llamo, le supondría muchísimas limitaciones, y no sé si podría adaptarse a ello".
Pero, además, la intervención de una Diana de Gales, maestra en el manejo de su propia imagen, Para trazar los pormenores de su calvario desde que pasó a formar parte de la familia real británica, en julio de 1981, ha vuelto a ahondar las diferencias en un país ya dividido entre los partidarios del príncipe y los partidarios de la princesa.
Mientras las encuestas de opinión organizadas a toda prisa por diversas publicaciones mostraban un abrumador apoyo popular a la princesa, Ios círculos pro Carlos. se lanzaban al contraataque. Nicholas Soames, alto cargo en el Gobierno tory e íntimo amigo del príncipe, llevó la batuta en la campaña anti Diana, la propia noche de la entrevista. Soames minimizó las acusaciones de la princesa contra los servidores de palacio supuestamente decididos a "cortarle las alas", asegúrando que se encuentra "en el último grado de paranoia". Otros anónimos amigos del heredero del trono reaccionaron asegurando que Carlos está sobradamente preparado y, dispuesto para llevar la corona británica. Pero el daño está hecho. Un aturdido Carlos de Inglaterra apenas pudo contestar a las decenas de periodistas que le preguntaron ayer, durante una visita a la localidad de Newly, en Cornualles,si había. visto o no el programa.
Pero son las capas ilustradas del país las que ven con mayor preocupación el alcance de la batalla interna entre los príncipes de Gales. The Daily Telegraph, líder de opinión entre la prensa más conservadora, lamentaba la pérdida de "una buena reina", pero negaba a la princesa la posibilidad de llevar adelante ninguna tarea institucional tras su intervención ante las cámaras. "¿Qué papel podría desempeñar si respira osadía y odio contra el sistema que le proporciona dinero, posición y fama?", se preguntaba el diario.
Quienes consideran que la Monarquía debe permanecer miran ahora al príncipe Guillermo, de 13 años, que estudia interno en el colegio de Eton.
Más información en la página 68
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