"Hay que reducir radicalmente el tiempo de trabajo"
Klaus Zwickel y el IG Metall -el sindicato metalúrgico alemán, que cuenta con casi tres millones de afiliados- han sacrificado varias vacas consideradas hasta ahora sagradas, tales como no exigir igual salario por el mismo trabajo, si una empresa da trabajo a parados crónicos; o renunciar a participar en los incrementos de la productividad, a cambio de que se creen puestos de trabajo para reducir el paro. Zwickel habló con EL PAÍS durante el reciente congreso del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) en Mannheim y reconoció que su propuesta roza varios tabúes.Explica Zwickel que la alianza para el trabajo nace del convencimiento de que no se puede reducir el paro con la mera negociación salarial. Por eso propone un pacto social en el que tendrían que participar el Gobierno, empresarios y sindicatos. El IG Metall renuncia a partir de 1997 a incrementos salariales por encima del mero incremento del índice de precios. A cambio, el Gobierno no podrá aplicar recortes a las cuotas del seguro de paro y se compromete a incrementar los puestos de aprendizaje. Los empresarios, como contrapartida a esa subida salarial igual a la inflación, se obligan a crear en tres años 300.000 puestos de trabajo y renunciar a despidos. El año próximo ya se deben crear 100.000 puestos de trabajo. Además, el IG Metall admite que se pague un salario inferior a los parados crónicos si una empresa les da trabajo. Los empresarios se comprometen a crear cada año 10.000 puestos de trabajo para esos parados crónicos.
Pregunta. En su propuesta, ustedes juegan con ventaja, porque el actual convenio colectivo tiene vigencia hasta finales de 1996 y ya han concertado un aumento salarial y los empresarios tienen que crear ya en ese periodo 100.000 puestos de trabajo.
Respuesta. No tenemos ningún motivo para corregir este convenio. Para 1996 hemos acordado exactamente un aumento de los ingresos, Según el convenio, de un 3%. Por otro lado, es cierto que se pronostica, sobre todo para la industria metalúrgica, para 1996, 97 y hasta 1999 un aumento de la productividad de por lo menos entre un 6,5% y un 7%. Y eso ya rige para 1996. En otras palabras: ya en 1996 tenemos un margen de distribución, que no se gasta, el 3% de aumento salarial, frente a un 7% de productividad. Yo quiero que en 1996 se creen más puestos de trabajo. La sólida base económica resulta de ese enorme aumento de la productividad.
P. ¿Cómo puede comprometerse a mantener puestos de trabajo? Eso es casi entregar un cheque en blanco.
R. Es un cheque para los trabajadores, que siempre están obligados, a hacer sacrificios. Y eso con la vaga esperanza de si os adaptáis, si hacéis sacrificios, si renunciáis, si os contenéis, entonces existe la posibilidad de que se creen puestos de trabajo. Hasta ahora, esto no ha ocurrido. Y los trabajadores han hecho sacrificios. Si existe un cheque en blanco, hasta ahora lo han dado los trabajadores. Quiero dar un giro a estas palabras: quiero transferir el riesgo a la otra parte. Los otros tienen que esforzarse y, entonces, nosotros estamos dispuestos a las contraprestaciones.
P. Volkswagen ha implantado la semana de 30 horas. ¿Qué opina?
R. Volkswagen ha sido un ejemplo universal. Estábamos enfrentados con el problema de cómo evitar el despido de 30.000 personas. Hemos llegado a un acuerdo con un empresariado un poco más progresista, el de Volkswagen, de tal forma que hemos reducido radicalmente el tiempo de trabajo. La contribución de los trabajadores de Volkswagen ha sido que renuncian al 13% o incluso 14% de su salario anual. Pero esto lleva aparejado que, primero en dos años y después lo hemos prolongado por tiempo indefinido, no haya despidos condicionados por la empresa. Es un modelo que, en mi opinión, puede crear escuela, no sólo en Alemania, sino también en otros países europeos, porque el problema existe en todas partes. Pienso que una sociedad moderna que cree en el futuro tiene que considerar, ¡maldita sea!, cómo repartir el trabajo existente. Hasta ahora sólo se pensaba en cómo se salva la cotización de las acciones, o en cómo se pueden aumentar las ganancias. Y la única idea era despedir gente. Eso no es una sociedad con capacidad de futuro.
P. Usted ha propuesto el modelo de la cuenta de trabajo.
R. Se trata de varios elementos que influyen y que necesitan ser considerados. Por un lado, el tiempo de trabajo. En Alemania, el IG Metall se preocupó de reducir consecuentemente las horas de trabajo para asegurar y crear puestos de trabajo. No tengo más remedio que advertir que este camino consecuente de la reducción de la jornada no es una calle de dirección única. Esto no sólo tiene que ocurrir en Alemania, sino también en otros países europeos similares. A mí no se me ocurre otro modelo aplicable en la política salarial, para repartir el trabajo disponible, salvo reducir radicalmente el tiempo de trabajo. El tiempo de trabajo es un paso, un elemento esencial. Y vamos a seguir confrontados con la reducción del tiempo de trabajo.
Un segundo elemento es la conformación del tiempo de trabajo. En Alemania, sobre todo en la industria metalúrgica, tenemos un fenómeno, que también creo se da en otros países. Tenemos una alta cifra de paro, pero al mismo tiempo se aumentan enormemente las horas extras. En la industria metalúrgica alemana tenemos que contar que hay unos 230 millones de horas extras al año. Esta cifra convertida en puestos de trabajo significaría más o menos entre 130.000 y 150.000 puestos de trabajo, que se podrían crear con esas horas extras. Aunque no se puede convertir de forma automática, supongamos que dos terceras partes fueran puestos de trabajo, todavía hablamos de entre 80.000 y 100.000 empleos. Lo que el IG Metall actualmente discute y exige es que si no se pueden evitar horas extraordinarias siempre, que éstas no puedan tener efectos negativos sobre la creación y seguridad de los puestos de trabajo. Si hace falta trabajar horas extras, proponemos que no se gratifiquen con dinero, sino con tiempo. Si un obrero trabaja una hora más, tiene una hora en su cuenta de tiempo. El mismo trabajador puede decidir cuándo liquida su cuenta de tiempo extra trabajado, es decir, cuándo se queda en casa.
P. En su modelo de la alianza para el trabajo están involucrados el Gobierno, los sindicatos y los empresarios. ¿Es esto una variante de la Acción Concertada? [Durante la coalición socioliberal (SPD-FDP) en Alemanía funcionó un organismo con ese nombre que agrupaba al Gobierno, empresarios y sindicatos].
R. A mí no me importa el concepto o el nombre. Para mí lo que cuenta es el resultado. Esta sociedad tiene que moverse para luchar contra el paro masivo. El título que se le dé no tiene importancia. Hay que lograr acuerdos vinculantes y las personas deben tener la posibilidad de hacer balance, saber quién aporta algo y quién sólo habla y no actúa. Estoy convencido de que así se controla a los políticos y a los empresarios.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.