El Atlético se lleva un chasco
El Mérida sacó provecho de un partido infame y atropellado
El prestigio del fútbol español salió muy dañado en el Manzanares, donde se jugó un partido infame, de pelota atropellada, futbolistas en el suelo, choques intempestivos y árbitro terrible. El Atlético, que llegaba eufórico, se llevó un chasco considerable. Consiguió el empate de mala manera y perdió crédito. Se confirmó esa teoría de la plantilla corta, demasiado ligera para resistir el peso de una Liga interminable. La ausencia de Caminero, Kiko y Simeone pareció decisiva en el tropiezo colchonero. Ninguno de sus sustitutos, especialmente Correa y Dani, tuvo jerarquía sobre el juego. En realidad, el único con rango en el equipo fue Pantic, un futbolista que comienza a crear dependencia en el Atlético. El único objeto del juego fue encontrar a Pantic, darle la pelota y esperar el disparó que rescatara al Atlético del naufragio.La hinchada acudió en masa al estadio, convencida de la victoria y de la reafirmación del liderato. Después de la cabalgada inicial, con ocho victorias y un empate, nadie suponía al Mérida como una amenaza. Había un ambiente festivo: Gil bajó al campo para regalar un obsequio a Abel, la gente echaba cuentas de la distancia con el Barca y el Madrid, y todos esperaban una tarde tranquila, de goles y colchonerismo. Pero el partido comenzó con el pie cambiado. Sacó el Mérida y al guien entregó la pelota a Sinval, que enganchó un remate muy duro desde 30 metros. Molina rechazó y Prieto la empujó a gol. Quince segundos, no más. De repente, el encuentro estaba en otro escenario diferente. Por segunda vez en la temporada, el Atlético tenía que remontar.
El gol fijó las reglas del partido: el Mérida se tiré atrás sin disimulo y el Atlético se lanzó al área rival. Lo hizo, con la misma vitalidad de siempre, pero con un juego deplorable. Nada de lo que hizo tuvo un punto de finura o de inteligencia. Fue una acometida ciega, brusca, respondida desde las filas del Mérida con una defensa a la antigua, por amontonamiento, desaseada, pero finalmente eficaz por las continuas torpezas del Atlético. Como el juego no existió, se vio la cara obscura del fútbol. Fue un partido de coquinera, protector bucal y rodilleras. La gente se iba al suelo en medio de un atropello constante, sin respeto a nadie. Todo era incivilizado: la pelota salía reventada, las faltas se sucedían en medio de la confusión general y el árbitro añadía un punto más de desconcierto. López, que comenzó excitadísimo, mereció dos expulsiones antes de la media hora. El hombre quería ganarse la titularidad por bemoles y dejó una hilera de víctimas por el camino.
El Atlético hizo el juego al revés, quizá porque es un equipo que piensa poco. Hasta ahora ha ganado por aplastamiento, por un exceso de energía que le ha permitido intimidar a sus rivales, impresionados por la decisión y el coraje del Atlético. Pero frente al Mérida convenía cambiar de registro: pararse, tocar y observar las limitaciones del conjunto extremeño, que añadió a sus carencias técnicas el problema de la expulsión de Reyes en el minuto 27. Ni así. El Atlético continué su ataque por las bravas contra un equipo que achicaba -el agua como podía.
Las dificultades de los locales se multiplicaron en todas las líneas. La defensa miraba y no participaba, con la excepción de Toni, que corrió por la banda izquierda con abnegación, pero sin resultados. Los mediocampistas fracasaron: Vizcaíno estuvo fuera de onda, Geli se perdió en la banda izquierda y Dani tuvo poco peso en la banda derecha. En la delantera, Penev sufrió un ataque de melancolía y anduvo abúlico toda la tarde. De Correa nada se supo. Sólo quedaba la opción de Pantic y sus habilidades en los tiros largos, faltas y córners.
Fuera de hora, en un córner, como es de ley en estos tiempos, el Atlético empató el partido. Se ha creado tal sugestión con su eficacia en el repertorio de balón parado que los. rivales le ayudan a conseguir los goles. Eso es lo que hizo Ángel Luis, que marcó en su portería. El problema del Atlético es que comienza a ver la falta y el córner como un fin y no como un medio. En lugar de buscar el juego, se busca la falta, o eso pareció frente al Mérida.
Resultó sorprendente la falta de recursos del Atlético frente a un adversario inferior en todos los aspectos: en el juego y en el número de jugadores. La rotación de la segunda Parte tampoco solucionó nada. Geli volvió a su posición natural de lateral derecho, López se colocó de central, Solozábal pasó a la banda izquierda y Toni adelantó su posición. Nada. El juego tomo un aire un poco mas civilizado. Es decir, hubo menos brea y se guardaron los cuchillos. Pero el fútbol fue igual de lamentable. La única posibilidad de victoria estaba en Pantic, que salió tres o cuatro veces desde la posición de interior izquierda para buscar el tiro largo. El tiempo corría, la gente rezaba y todos esperaban el milagro del pie de Pantic, que esta vez no se produjo. La tarde estaba para otra cosa: para un fútbol de perra gorda.
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