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Comercio no tenía medios para hacer inspecciones callejeras, según un acusado de la colza

"El muestreo no podía garantizar la detección del aceite fraudulento", reconoció ayer José Guilló Fernández, director general de Competencia y Consumo y comisario de Abastecimientos y Transportes en 1981, la época del síndrome tóxico. Pero era imposible que la inspección por parte de Comercio fuese "callejera", pues se hubiesen necesitado cientos de miles de inspectores alegó; "por eso las muestras se tomaban de forma intencional, no aleatoria, y según la casuística de cada provincia"."Los análisis anuales serían del orden de los 3.000. Como los envasadores eran unos 500, se daban varias vueltas al mercado", resumió Guilló. Lo no investigable, matizó, era lo clandestino -"el defraudador siempre se esconde", reiteró-, pero se indagaba "de manera minuciosa" sobre todas las denuncias respecto al envasado o el etiquetado, "que apenas eran seis u ocho al año".

La sexta sesión del juicio a cinco ex cargos de la Administración y dos ex concejales por supuesta imprudencia, en la Audiencia Nacional, se centró en el interrogatorio exhaustivo, duran e casi seis horas,de Guilló, informático y ex militar. Los abogados de los afectados

insistieron en que su organismo no controló las licencias -dependían, dijo él, del de. Importación de Política Arancelaria- para traer aceite de colza desnaturalizado con anilina al 2% y que debió sospechar de su incremento.Guilló sostuvo que siempre trabajó en la "convicción" de que esa sustancia "no era comestible' porque precisamente para que no lo fuese se había tratado "con el desnaturalizante adecuado", la anilina o cualquier otro, detalle que no era de su incumbencia.

En el caso de RAPSA, la empresa que la desvió hacia el con sumo humano, manifestó que ya en marzo de 1980 se había observado un, aumento notable de sus importaciones y que por eso pidó al Gobierno vasco, competente para ello, que hiciera una inspección. Como la nueva partida todavía no había llegado, explicó, se hizo viendo la factura ción desde dos años atrás, la cual determinó que se usaba en la si derurgia y, en un grado mínimo, en el caucho y que todo era regular. Aun así, informó en el sentido de que siempre debería com probarse la correcta desnaturalización y las necesidades de la industria en cuestión.

Lo producido y lo consumido

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Guilló discrepó de sus acusadores en que en aquel periodo hubiese un gran desfase entre el aceite de oliva que se producía en España y el que se consumía. Estos plantearon que era de unas 200.000 toneladas anuales, lo que sugería la existencia de un fraude. Sin embargo, él se remitió a un informe de Agricultura que lo redujo a unas 7.000, es decir a un insignificante 1%.

En la vista, que proseguirá el próximo lunes, hubo momentos de tensión, como cuando el fiscal, que tiene pedida la absolución de los procesados, espetó a un letrado de las víctimas que obviara su retahila de circulares, porque aquello parecía "un examen escolar", o cuando aquél dejó de hacer preguntas harto de que el presidente del tribunal las calificase de "improcedentes". También, uno de cierta hilaridad, cuando Guilló exclamó que no tenía tiempo "para leer los anuncios por palabras del Abc", sección en la que se publicó uno sobre la venta de aceite de oliva a granel pese a estar prohibida.

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