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El triste trasiego de un hospital

Un hombre que perdió a su padre relata cómo fueron atendidos el paciente y su familia

Antonio Prieto, de 31 años, delineante profesional, ha relatado a este periódico, la estancia de su padre en el hospital La Paz. Éste es el resumen de su carta.El día 26-5-1995, mi padre, Lucas Prieto Perales, de 67 años, queda ingresado en Urgencias del hospital La Paz, trasladado por el SAMUR (servicio al que felicito por todas las atenciones con nosotros) alrededor de las 18.30, con traumatismo cráneoencefálico producido por una caída en las inmediaciones del estadio Bernabéu. Mi padre fue trasladado a uno de los boxes, y allí le mantuvieron en observación.

Estando totalmente documentado, no recibimos notificación alguna del hospital, y además portaba una tarjeta junto a la documentación en la que se indicaba claramente que en caso de accidente se avisase a los números que allí constaban, y, sin embargo, fuimos nosotros los que a la una de la madrugada, alarmados tuvimos que localizarle tras numerosas llamadas a distintos hospitales y comisarías.

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Este hecho me parece de una imcompetencia absoluta por parle de la persona que tenga el deber de ponerse en comunicación con los familiares y de los doctores, sabiendo que pasaría toda la noche en observación, ya que mi padre se encontraba sedado, pues estaba muy agitado debido al golpe y al nerviosismo producido al ver que las horas pasaban y no se acercaba ningún familiar para acompañarle.

En Atención al Paciente he preguntado por la persona responsable de avisar a los familiares cuando éste llega solo, y no me han sabido decir quién es el que tiene el deber de ponerse en contacto con los familiares.

Según criterio particular, mi padre falleció el día 2 de julio de 1995 en La Paz como consecuencia de la falta de atención sanitaria debido (o no) a la huelga mantenida por los médicos.

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Mi padre es trasladado con un traumatismo que, según el Samur, no repercutía en su estado emocional (adjunto copia del informe del Samur).

A la mañana siguiente, el doctor que le atiende, Pedro Linares (médico interno residente de segundo año), nos comunica que ha tenido un golpe en la cabeza, pero que, según el escáner realizado, no se ve nada anómalo en él, por lo que en unos 10 minutos se le daría de alta.

Pero esto no fue así. A los 10 minutos sale de nuevo el doctor Linares y nos comunica que va a dejarle un par de horas más en observación, ya que le habían sedado y no estaba en perfectas condiciones físicas. Transcurridas esas dos horas, sale y nos comunica que va a ser trasladado a la UCI de la planta séptima, no porque su estado fuera peor, sino como medida de precaución, ya que los golpes en la cabeza era mejor observarlos.

Subimos a la UCI y nos facilitan el acceso y le vemos. Se encuentra consciente, con suero y atado de manos, debido a su estado de nerviosismo, según ellos. La doctora Vaquero (residente interno) nos informa de que por la tarde le volverán a realizar otro escáner, ya que es posible que al haber derrame interno, pueda existir alguna anomalía interna que no se apreciara en el primer escáner. Por la tarde, antes de la hora de visita, 18.30, nos informan que ha sido entubado, sondado y sedado para así poderle realizar las pruebas con mayor facilidad, pero que su estado no era preocupante.

Al día siguiente, a la hora de visita por la mañana, 13.30, la doctora Villa nos comunica que en el escáner que se le realizó la tarde anterior existía un coágulo en la parte derecha de su cabeza, pero que estos coágulos suelen absorberse solos, y en el peor de los casos, habría que recurrir a la cirugía. Mientras tanto, mi padre, sedado y en estado de semicoma, según la doctora Villa, producido por la sedación que le estaban dando, pero sin peligro para él.

Pasan siete días. Mi padre empieza a despertar sin ningún problema de memoria. Preguntamos a la doctora Villa sobre el coágulo. Nos dice que no parece ser importante, ya que, estaba reaccionando bien y no presentaba problemas de conocimiento.

Pasan tres días más y, a causa del entubado, mi padre experimenta una neumonía, una infección en la tráquea y un virus desconocido (cosa que no es de extrañar, debido a la falta de limpieza en esta unidad); su estado pasa a ser grave, y yo me pregunto: ¿era necesaria esa entubación, o es que es mejor sedar al paciente para que no moleste?

Comienzan a darle antibióticos, pero el que mi padre tolerase toda la medicación dependía de que su hígado respondiera bien, ya que padecía una pequeña inflamación hepática desde hacía siete años debido a una hepatitis C, que trataba su médico de digestivo y que ni siquiera requería tratamiento médico. Se le hacen unas pruebas de hepatitis B y C. Mi esposa, al preguntarle por el resultado de estas pruebas a la doctora Villa, le contesta que han dado negativas las dos.

Ese mismo día por la tarde mi madre va a recoger unos análisis que se había hecho mi padre hacía 20 días en el ambulatorio, y el médico de cabecera le comunica que mi padre tiene, hepatitis C y que ha de comunicárselo al hospital para tomar precauciones. Al día siguiente se lo comunican al doctor Yus, a lo que éste contesta: "Su marido no tiene hepatitis, lo que tiene son anticuerpos de haber pasado la hepatitis C".

Al cabo de los dos días le desentuban y él mantiene con nosotros una conversación con total coherencia. Al día siguiente le sacan de la UCI y le llevan a otra habitación de la misma planta, donde permanece sondado con oxígeno y con medicación vía intravenosa, viernes tarde y sábado, debido a la mejoría presentada. Este día, por la mañana estuvo hablando conmigo y emplazándome para la tarde para que viniesen a verle sus otros dos hijos y nietos.

Pues bien, contento fui a casa de mis hermanas y contándoles el estado de mi padre nos dirigimos hacia el hospital, pero de nuevo otra sorpresa: había sido sedado nuevamente porque, según nos dijeron, se había vuelto a poner nervioso (claro, fin de semana, médicos en huelga, lo fácil era sedarle hasta el lunes para que no molestase... )

El domingo permanece dormido de la sedación y, por la tarde, presenta unas décimas de fiebre. Las enfermeras, alertadas, avisan a los médicos de guardia, que deciden trasladarle de nuevo a la UCI (uno de ellos me trató con una, impertinencia monstruosa). Este médico me dice que es por precaución, otra vez, pero que no iba a ser entubado.

Mi padre permanece de nuevo una semana en la UCI entubado, sedado y sondado. Pasa tres días más en la UCI y se nos comunica que padece una hepatopatía bastante grave, que, según ellos, ya arrastraba con anterioridad. (¿Es necesario que pasen 20 días para que se den cuenta del estado de su hígado?).

Mi padre continúa un par de días en la UCI, desentubado, y hablamos con él manteniendo una conversación coherente.

Al día siguiente nos comunica la doctora Villa que la neumonía y la infección de la tráquea están prácticamente superadas y que le van a trasladar por la tarde a la planta 8ª pues, al parecer, tiene ahora algo de riñón, ya que retiene muchos líquidos.

Por la tarde nos avisan que va a ser trasladado a la planta 12ª, y no a la 8ª, como se pretendía. Es trasladado, hablamos con él y parece estar bien.

Llega la hora de la cena, le suben guisantes con jamón, judías, verdes y una naranja. Yo, sorprendido, le digo a la ATS que mi padre lleva un día comiendo sólo purés y zumos, ella me contesta que mi padre tiene dieta blanda. No conforme con esta respuesta, busco a la enfermera y se lo comunico; ésta hace una llamada para que le suban un yogur. (Otra anécdota del funcionamiento del hospital.)

A las nueve de la noche trasladan a mi padre a la planta 8ª (nefrología), como se nos comunicó en un principio. Al ver cómo se encontraba, busco a un médico, la doctora Menchu Sánchez (única que nos ha dado un trato ejemplar, antes y después de lo acaecido); nos dice que el problema más importante de mi padre es el golpe de la cabeza (ahora ya no es el hígado). Hablamos con esta doctora en su despacho y le conté toda la historia y ella, sorprendida, exclamó: "¡Entonces qué trasiego se traen con Lucas!".

El lunes, el doctor Linares nos dice que mi padre no tiene absolutamente nada de riñón, que su problema de retención de líquidos está en el hígado.

A los dos días nos avisan que ha sufrido un paro cardiaco, pero, por suerte, consiguió salir de él. Es trasladado nuevamente a la UCI y vuelve a ser entubado.

Se nos comunica que su situación es crítica y que el riñón está mal, no orina (¿no nos había dicho el doctor Pedro Linares que de riñón no tenía nada?). Ahora ya tenía sus horas contadas.

Efectivamente, el domingo 2 de julio mi padre fallece.

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