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FUTBOL SEPTIMA JORNADA DE LIGA

El Madrid se agarra a la fortuna

El equipo de Valdano fue zarandeado por el Compostela

Santiago Segurola

Roto, en un estado muy precario, el Madrid sobrevivió a duras penas a un partido que volvió a poner de manifiesto la debilidad del equipo, que se debate en mil problemas, a cual más grave. Un. minuto de goles le salvó del desastre, que amenazó con producirse en durante todo el segundo tiempo, cuando el Compostela zarandeó al Madrid como a un muñeco. Pero el equipo gallego, que realizó un encuentro muy meritorio, condescendió y no alcanzó el empate. Son las cosas del fútbol: en el peor de sus partidos, en una situación tambaleante, el Madrid consiguió su primera victoria en Chamartín.El primer contragolpe del Compostela fue gol, según la lógica que ha impuesto la defensa del Madrid en estos tiempos. Llega alguien por un costado, cruza la pelota al área y se cae el chiringuito madridista. Sucedió en Valencia y volvió a ocurrir frente al Compostela, un equipo que decidió explotar el estado de ansiedad que vive el Real Madrid. Se agrupó detrás -una línea de cinco y otra de cuatro- y se sentó a esperar el progresivo desánimo del Madrid, que vive el fútbol desde el miedo, con esa mezcla de prevención y angustia que le hace vulnerable a cualquier circunstancia adversa del juego. La peor de todas es un gol, en su portería, y eso se encontró el Madrid recién comenzado el partido. El lateral Nacho, que provocó un incendio en cada una de sus internadas por la banda izquierda, tiró el centro y José Ramón apareció en el segundo palo para empujar la pelota a la red. De repente, el Compostela estaba en la mejor situación posible: con ventaja y con el Madrid al borde del coma. Chamartín se preparó para otra catástrofe.

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Otro susto

Desde el ámbito futbolístico, el Madrid se encontró taponado en casi todas las posiciones. Raúl andaba perdido en la media punta y Esnáider decepcionaba en la punta, donde no ofrecía soluciones de clase a la tradicional aportación combativa de Zamorano. En el aspecto defensivo había una fractura monumental en la banda derecha madridista, tomada al asalto por Nacho, que estuvo de viaje durante toda la tarde. Iba tiraba una ración de dinamita en el área de Buyo y regresaba a sus cuarteles. El asunto se hizo tan previsible que extrañó la ausencia de contramedidas del Madrid para cerrar el agujero.

A pesar de la gravedad de los síntomas, el Madrid salvó los muebles en un minuto de inspiración y goles. El primero fue un bombazo de Hierro en un tiro libre que entró por la escuadra. El segundo llegó en una jugada de toda la vida, una apertura hacia el extremo izquierda que solucionó Amavisca con un centro hacia el segundo palo, donde apareció Zamorano como un torbellino. El gol fue recibido con júbilo por la hinchada, que se temía lo peor. Y con razón.

La ventaja no acabó con el estado de precariedad del Madrid. Lejos de estabilizarse y cobrar aire, pasó un calvario en la segunda parte. Un tiro enorme, casi impensable de Hierro, al larguero fue el apunte más destacable hasta el final del partido. El resto del encuentro tuvo un carácter agónico para los locales, que se vieron desbordados por la ofensiva del Compostela en la segunda parte, donde los méritos del equipo gallego fueron innegables. El ajuste de Ohen sobre Milla cegó la creación en el medio campo y dejó al Madrid expuesto a las ocurrencias de los centrocampistas del Compostela. Cada jugada se convirtió en una amenaza para Buyo, que vivió sobresaltado todo el segundo tiempo. Quebrado por la mitad y dominado por su rival, el Madrid sobrevivió por cuestiones más relacionadas con la fortuna que con el juego y las oportunidades,

Las llegadas del Compostela se hicieron cada vez más frecuentes y sencillas, propiciadas por la desintegración del medio campo madridista. El empate se anunció varias veces, ante la desesperación de los aficionados, que pidieron las sales para aliviarse del susto que produjo aquel mano a mano de Ohen con Buyo, el tiro de Christiansen al palo y las sucesivas apariciones de delanteros y centrocampistas en el área. Se mascaba el empate, pero no llegó. Entró Redondo y consiguió dar un poco de aire a su equipo, que pidió la hora y lo que fuera para terminar con el padecimiento que sufrió hasta el final.

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