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Gol

Ante una situación en la que las evidencias no son lo que eran, percibo que hay algo más que consecuencias de un cinismo político. Estamos ante una mutación genética. La pelota estaba allí, hecha red, en el fondo de la portería del Gijón, pero ni el árbitro ni el linier quisieron verla. Bastaba asomarse al espacio marcado por los tres palos para comprobar: en efecto, ahí dentro hay una pelota, la única pelota presente en muchos metros cuadrados a la redonda, y es poco. lógico que un delantero del Santander se la haya sacado de la bragueta. Incluso si el asomarse no era suficiente, una comprobación táctil acaso, por mor de si se trataba de un ovni o de un balón de reglamento.Pero hete aquí que en ese momento en los cerebros del árbitro y del linier supuestamente implicados penetraron los virus cibernéticos de la duda ante la evidencia. Si a toda España se le inculca la duda sobre las constataciones que empaquetan sus corrupciones, ¿por qué un humilde árbitro y su colega de banda han de ser más sensibles ante las evidencias? Recuerdo que en una retransmisión televisiva, bajo el antiguo régimen, la cámara se detuvo ante la pelota en el centro del campo y el comentarista Miguel Ors fue sensible ante la evidencia. Dijo: "La pelota". Hoy día, de seguir en activo, el mismo comentarista diría: "Aparece una supuesta pelota".

Los árbitros que nos motivan ni siquiera recurrieron a la fórmula supuesto gol o supuesta pelota, porque la FIFA les pide la indeterminación: o es o no es gol, o es o no es pelota. Desdichados de nosotros si a partir de ahora el virus de la ceguera se contagia a toda actividad, sin el recurso poético de la copla: "Que no me quiero enterar, / no me lo cuentes, vecina, / prefiero vivir soñando / que conocer la verdad...". Por desgracia, no estamos ante cegueras de ensueño, sino de pesadilla.

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