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VUELTA 95

Un asunto de riñones

Carlos Arribas

¿Qué es más sorprendente, que Jalabert haya ganado la Vuelta o que lleve todo el año ganando carreras? ¿Qué puede dar de sí el francés? ¿Puede ser rival de Induráin en el Tour o pasará a la historia como flor de un día? La clave de las respuestas a las preguntas que se hace todo el mundo está localizada en una parte muy especial del cuerpo del francés, sus riñones.A los expertos les sorprende menos la evolución de Jalabert de hombre rápido a ganador de Vueltas que su permanencia en la cumbre a lo largo de todo el año. Lo primero lo ha conseguido a base de entrenamiento, lo segundo es una novedad en estos tiempos modernos.

Su evolución tiene una clave: Jalabert, mediante unos entrenamientos y cargas de trabajo muy importantes, ha ganado resistencia sin perder poder explosivo, velocidad. Ha sabido alargar sus fibras intermedias -en los músculos hay tres tipos: cortas, responsables de la velocidad; largas, fundamentales para la resistencia, e intermedias- sin afectar en nada a las cortas. Y también es explosivo: las diferencias las hace con ataques cortos y muy fuertes, que hacen imposible a nadie cogerle la rueda; después, con su resistencia recién ganada y su escaso peso sabe mantener las diferencias. La explosividad es el asunto de los riñones, o, más bien, de un músculo de esa zona, el sacro-ilíaco, endurecido en sus tiempos de especialista. en llegadas.El sacro-ilíaco es el músculo responsable de los movimientos extensor y flexor de las piernas, el movimiento natural del ciclista. El demarraje, la especialidad de Jalabert, se basa en ese músculo. Es un momento en que toda la fuerza del cuerpo está concentrada en ese punto. La ejecución a toda velocidad de esa potencia es lo que trae consigo la explosión.

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He sufrido aunque no lo parezca"

Jalabert, sin ser un súper clase, ha ganado la Vuelta. Otro factor que destacan los entendidos, y el propio ciclista francés, es su inteligencia natural y su saber estar en el pelotón. La escuela del sprint de nuevo: la lucha por ganar la posición a base de codazos, la lectura inmediata de la situación de la carrera, la velocidad para coger la rueda buena, la habilidad en el manejo de la bicicleta para no perder el temple en situaciones difíciles. El orgullo, la ambición y la motivación hacen el resto para convertirle en campeón.

Si su evolución tiene una explicación más o menos lógica, su permanencia si que ha hecho a más de uno. Algunos entrenadores y médicos lo consideran ya un caso de estudio. En unos tiempos de especialistas por meses, de hombres en forma fugaz, la aparición de un corredor con tres picos de forma alta en la temporada es una novedad. De puertas afuera se habla de descansos activos en abril y agosto. Algo que nadie se había atrevido antes a hacer, o que si lo había hecho lo había callado por haber. fracasado. Con Jalabert ha funcionado: en marzo ganó a los especialistas clasicómanos; en julio hizo el Tour de su vida y en septiembre ha ganado la Vuelta.

La nebulosa Jalabert comienza al hablar del futuro. La Vuelta, en la que apenas ha tenido rivales de entidad, no es un punto de referencia para pensar en el Tour. Nadie le ha puesto a prueba y él mismo sabe que si no progresa no puede aspirar al Tour.

La reválida será en 1996. ¿Aguantará su cuerpo la carga de entre namientos que le han llevado a reinar en 1995? ¿Habrá quemado en una sola temporada todas sus reservas o progresará más aún -tiene 27 años- y será el hombre que impida a Induráin ganar su sexto Tour?

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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