Elecciones en Guinea
HAY RAZONES para esperar que las elecciones municipales que mañana se celebrará ni en Guinea sean las primeras mínimamente democráticas desde que Teodoro Obiang, tras derrocar y fusilar a su tío, Francisco Macías, llegara al poder en 1979, y, en general, en toda la historia de este país, independizado de España en 1968. La existencia de candidaturas de la oposición y la relativa libertad con que ésta ha podido realizar su campaña alimentan esa esperanza.Existen, no obstante, razones de peso para temer que el voto de los guineanos no será tan libre como debiera y que los resultados oficiales de la consulta pueden ser manipulados. Y no sólo por el autoritarismo tradicional de Obiang, sino por hechos como la escasa presencia de observadores internacionales (sólo 27, dos de ellos españoles), la ausencia de periodistas extranjeros por la no concesión de visados y la no publicación de las listas del censo electoral. Por no hablar de la brutal diferencia de recursos materiales y de presencia en los medios audiovisuales públicos, los únicos existentes, entre el gubernamental Partido Democrático de Guinea Ecuatorial (PDGE) y las fuerzas democráticas agrupadas en su mayoría en la Plataforma de Oposición Conjunta (POC).
La participación de la POC en las elecciones constituye la primera aparición libre de las hasta ahora duramente perseguidas fuerzas democráticas guineanas. El principal motor de esta plataforma es la Convergencia para la Democracia Social (CPDS), un partido de corte socialdemócrata en el que se integran intelectuales y jóvenes técnicos y científicos educados en España. Cabe manifestar extrañeza por el hecho de que el opositor Severo Moto, el líder del Partido del Progrese, (PP), uno de los componentes de la POC, que fue liberado el pasado agosto tras una campaña en la que las autoridades españolas desempeñaron un papel decisivo, no haya regresado a su país para seguir de cerca el proceso electoral.
La campana, según reconocen los portavoces de la POC, se ha desarrollado con tranquilidad y sin extorsiones ni abusos excesivos por parte de la policía y los agentes del régimen. Esas mismas fuentes informan que la participación de público en los mítines opositores ha sido elevada. Son noticias alentadoras en un país caracterizado hasta ahora por la arbitrariedad de un régimen policial y militar puesto al servicio de Obiang y sus familiares. Un régimen que no toleraba ningún tipo de libertad de expresión o asociación y, a cambio, ofrecía ineficacia y corrupción administrativas, extrema pobreza para la mayoría de sus más de 350.000 habitantes y un retroceso en materia de sanidad y educación respecto a la época colonial.
Cierto es que la triste situación de Guinea Ecuatorial es una de las lamentables herencias que el franquismo legó -a la democracia española, pero no es menos cierto que veinte años después los sucesivos Gobiernos centristas y socialistas no han terminado, de encontrar una política coherente respecto a la que fue única colonia española en el África negra. La democratización de Guinea sigue siendo una de las cuestiones no resueltas de la política exterior de la España democrática. En 1991 Felipe González visitó Malabo y pareció creer las promesas' de apertura que le hizo Obiang. La expulsión, dos años más tarde, del cónsul español en Bata marcó el final de la esperanza.
Ahora los guineanos han sido convocados a las urnas y el Gobierno español ha declarado que quiere darle un "margen de confianza" a Obiang. Désele, pero España y los otros países u organismos con especiales relaciones con Guinea (Francia, Estados Unidos y las Naciones Unidas, especialmente) deben seguir de cerca el desarrollo de la jornada electoral y del recuento de los sufragios, y cifrar en un aceptable nivel de limpieza el regreso de la suspendida ayuda global al desarrollo, Se trata de hacer todo lo posible para que el proceso hacia la democracia sea irreversible.
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