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Tribuna:LA VUELTA DE LA ESQUINA
Tribuna
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"Me falta decisión para llevar a cabo el sueño de todos los veranos", dice confidencialmente el amigo Matías. "No porque me esté haciendo viejo, pues ya lo soy". Tras una pausa, recuerda innecesariamente: "Como tú, claro". Una vez más, por estas fechas endilgó el frustrado afán.Suelen tocarnos -también es mala suerte- las jornadas más bochornosas del agosto madrileño, que esta vez han sido de rechupete. Matías -jubilado, tras 42 años de servicios en una caja de ahorros, con un casi decente retiro- vive solo, viudo y declina compartir las vacaciones con los descendientes, sin congeniar con nueras, yernos y las respectivas camadas, que mantiene a prudente y segura distancia. Le da por escribir versos satíricos -bastante malos, de lo que es consciente, pero terco-, y al llegar a la estación canicular anuncia el propósito de pasar las horas más acaloradas entregado a su entretenimiento seudointelectual en los autobuses de la EMT.

Dispone -como yo y cuantos sobrepasamos la edad de las pasiones, para vivir de las pensiones, contributivas o no- de su tarjeta para la Tercera Edad. Permite -por el médico precio de 1.200 pesetas mensuales- un número ilimitado de viajes, tanto en los autobuses como en el Metropolitano. La cuestión está en instalarse en cualquiera de los modernos -de acceso a los minusválidos, ecológicos a gas natural o los normales-, naturalmente refrigerados. Y pasar en él las cinco o seis horas de inclemencia. Lo tiene premeditado: ir en la última fila de asientos, instalándose al llegar a la cabecera o al final del trayecto.

"Un cuñado de mi hija Rosario", pormenoriza, "ha diseñado una especie de tablero, hecho con ligero material de fibra de carbono, con extremos plegables y adaptados a las rodillas. Me serviría de escritorio portátil. En un maletín ligero puedo llevar algún libro de Quevedo -mi maestro-", confiesa, "un cuaderno grande de hojas listadas -no sabes cómo se mueven estos condenados trastos- e incluso el bocadillo y un termo con el gazpacho tan rico que hacen en la cafetería".

A base de estos elementos, Matías pretende combatir el calor de su piso, orientado al mediodía, en el distrito Centro; observar el género humano y dejar que pase la oleada tórrida cotidiana. "Bueno", le animo, "por qué no lo haces?"

Hombre meticuloso, ha realizado prospecciones indagatorias y comprobó que es preceptivo evacuar el vehículo en todos los remates de cada trayecto, tal como tiene reglamentado la compañía.

"¿Qué te iniporta?", repuse. "Bajas, y luego subes. Con tu tarjeta puedes hacerlo sin que te lo impidan. No hay limitación...". Como todo propósito innovador, ante él siempre se alzan temibles barreras.

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"Ahí está la pega", se lamenta. Teóricamente se trata de una rotación que comienza muy temprano y concluye a la media noche. Pero se producen relevos y pausas imprevisibles a causa de las irregularidades del tráfico madrileño. Unas veces llegan con retraso al punto de partida: si han de cambiar de conductor, que esto viene, como es natural, también reglado, la operación es rápida, para acomodar el ritmo al mejor servicio posible. Pero, al llegar con adelanto, sólo queda el recurso de retener el vehículo, completa mente vacío, hasta coincidir con las previsiones óptimas".

"¿No es posible permanecer en el asiento? ¿Por qué?".

"Conoces poco el talante de un conductor de autobús en los meses de julio y agosto. Suele ser gente simpática, incluso he visto a alguno canturreando, sin llevar puesta la emisora de radio. Aunque si te toca un hueso, o un inspector pagado de su importancia jerárquica, es casi imposible lograr que te dejen. Lo he intentado, previsoramente, confesando el pacífico propósito de pasarme la mañana dando vueltas dispuesto, no faltaría más, a mostrar el justificante del viaje, cada vez que me fuese requerido. Creo que fui a dar con alguien que tenía problemas domésticos o con una úlcera de estómago; aquel hombre me miró como si yo fuese un delincuente peligroso: "¿Pero qué se ha creído que es esto, un tíovivo? ¡Bájese ahora mismo y que no le vea yo rondar por aquí hasta que se hayan abierto las puertas!". La posibilidad de que vuelva a ocurrir a las dos de la tarde en algún punto apenas defendido por una recalentada marquesina, es lo que me echa para atrás".

Cavilando sobre el asunto Matías, comprendo la previsión de la EMT. El transporte público se vería bloqueado por una turbamulta de ancianos recomendo turísticamente Madrid, con el viático, color caramelo, de la Tercera Edad; es posible que hasta felices y contentos. En fin, un desmadre.

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