La utilidad de los talismanes
Mi amiga la profesora de tarot Leonor Alazraki, que está en Marbella participando en el Salón Internacional del Esoterismo que tiene lugar en el hotel El Fuerte, me ha hecho el mejor regalo que se le puede ofrecer a una cronista del grotesco a estas alturas, de agosto: un filtro de limpieza y protección que sirve para ahuyentar enemigos, males de ojo y nefastas influencias. Me he echado el contenido por encima y he salido a la calle, más feliz que Mochi con su vasectomía recién estrenada, uno de los grandes temas que el Diez Minutos nos proporciona esta semana, junto con las holganzas carnales de Sara Montiel: no hay derecho que a su edad, le hagan estas cosas.Ya que estamos con la edad. Tuve el inmenso placer de coincidir, en el programa Ventanas de sol, que diariamente presenta Domi del Postigo desde el puerto de Málaga para Canal Sur, con Marifé de Triana, y me deslumbró lo bien que está a sus 58 años confesados, es decir, sólo seis más que yo, que tengo la maldita costumbre de cumplir uno cada año. La genial tonadillera va camino de verse obligada a incluir en su repertorio, Ahijada, en vez de Madrina; una semana más, y ya la habrá sobrepasado en varios siglos la sevillana Rocío Martín, ex Miss España, que tiene bastantes menos que yo y está en el programa, de relaciones públicas o algo así, y que lleva un montón de tiempo currando duramente en su agencia de modelos sin que ello merme su natural belleza y simpatía.
O sea, que voy a pedirle a Leonor un frasco para la eterna juventud, porque me estoy marchitando a ojos vista con este frenesí de la crónica diaria. Y es que coincido plenamente con lo que dice Margit, la viuda de don Jaime de Mora y Aragón, que Dios tenga en su gloria, en la portada del ¡Hola!: "Me da miedo regresar a Marbella y enfrentarme a la realidad". Yo eso lo pienso cada vez que salgo de mi habitación. Claro que la situación empeorará cuando el municipio erija la prometida y merecida estatua a la memoria del difunto, sobre todo si es de la modalidad ecuestre y lo ponen encima de su moto. Lo de las estatuas es un síndrome bastante pavoroso. Con decir que han inaugurado hace poco una, dedicada a la libertad de expresión, y muchos periodistas no nos hemos atrevitio aún a acercarnos, no sea que se nos caiga encima y nos quite la libertad de movimientos.
El peligro acecha en cualquier lugar. Estaba yo tan tranquila retocándome la lengua en un baño señorial de un establecimiento de lujo, cuando plas, inadvertidamente y sin que pudiera hacer nada, me cayó encima una lluvia de folletos anunciadores de un cojín de vibromasaje cuyas propiedades, especificadas con todo lujo de detalles, me tuvieron redistraída durante un buen rato. Por ejemplo, a las amas de casa les reafirma las carnes fláccidas, quita las lumbalgias y evita las varices; a los obreros les relaja la fibra muscular; a los deportistas les da energía tonificante, y a los conductores les hace desaparecer el estrés. Busqué ávidamente, el apartado destinado a periodistas en acto de servicio que tienen que cruzar todos los días zonas minadas de colágeno, y no lo encontré, pero creo que podemos incluirnos en el capítulo Sociedad Estresada, a la que se recomienda aplicarse el cojín en los trapecios. Yo nunca pensé que tuviera trapecios, pero estoy segura de que me están empezando a salir.
Por fortuna hay momentos en, que una se relaja sin necesidad de cojín. Me invitó Enrique Rúspoli a su acreditada fiesta anual en la residencia familiar -se llama La Paz, y me vino al pelo-, y aquello fue como disfrutar de un oasis de refinamiento y serenidad. Sólo por un momento creí ver a Pitita, pero seguramente fue una alucinación. No puedo ni pensar que haya dejado a la Virgen llorando sangre sola en Madrid para venirse a retozar a estos pagos. También me pareció ver a Philippe Junot, de quien cuenta la gente que ha trabajado para él que es un amor con el servicio doméstico.
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