El encéfalo
En el agónico retablo de la lujuria, la avaricia y la muerte -un instante contemporáneo de España- que Félix de Azúa alzara ayer en este periódico se echa a faltar una figura de tres cuartos. Por lado ninguno aparece el maestrillo sentencioso así llamado Mairena, ni tampoco la masa encefálica de la nación, ni lo que hoy diríamos un profesor de Ética. Es una ausencia muy de lamentar, pues, ¡qué duda cabe!, le hubiera dado relumbre y enjundia al teatrillo. Aunque sospecho que Azúa escribió su texto cuando el intelectual español seguía hablando con su silencio, que es la suprema elipsis -deudora de la retórica del doctor José Luis Perales- con que se expresaba hasta ahora el intelectual español y moderno.Sin embargo, en estas últimas horas las cosas han cambiado radicalmente, a partir de que el decano de los intelectuales españoles haya hablado y haya dicho, en fin, lo mismo que pudiera decir un cabo primera de Intxaurrondo: "La cosa estaba muy jodida, compadre, y había que ir por lo derecho". Esa coincidencia es reveladora del diamante común donde pueblo y encéfalo tallan su juicio: con lo cual volvemos a Mairena y al rancio enraizamiento de sus apotegmas, tan siempre de aplauso y petición.
El intelectual ha vuelto a la vida de España, ya es irrevocable. Y se quejan, con santísima razón, todos aquellos que observan cómo el griterío de la política, de los periódicos, ha ahogado su pensar: ¡Hay tanto donde discurrir a partir de lo que ha dicho, tanta valentía intelectual para navegar de pronto río arriba, tanta sabiduría concentrada en unas pocas palabras, tanta aguda penetración ética y estética a partir de la consideración, con el clásico y más allá del clásico, del asesinato como una de las bellas artes ... !
Al retablo con él.
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