Malvivir dentro de los refugios antiaéreos en Grozni
La antigua URSS construyó 32 refugios antiaéreos en Grozni para caso de guerra. Uno de ellos se encuentra en el Jardín de la Universidad León Tolstói, especie de plaza a cuyo alrededor todos los edificios están destruidos por los bombardeos de los rusos, lo que no es nada extraordinario para la capital chechena. En un rincón de esta plaza, hay fogatas donde una decena de personas se ha congregado a cocinar. Aquí, al igual que en otros dos refugios, desde diciembre del año pasado, viven hacinadas unas treinta familias: armenios, judíos, ucranios, chechenos.Leila Dzhakárova cuenta su tragedia, común a la de otras familias chechenas. Deportadas por el dictador soviético lósif Stalin a Kazajstán, tuvieron que abandonar esa República centroasiática cuando se disolvió la URSS, y allí comenzaron las tensiones interétnicas. Así llegaron a Grozni como refugiados, dónde les dieron habitaciones en una residencia que se encontraba cerca del palacio presidencial. Abandonaron la residencia -de la que hoy no queda nada- cuando comenzó el bombardeo de la capital chechena y se mudaron al refugio antiaéreo. Veinte peldaños llevan aun oscuro y húmedo subterráneo. Tamara, otra chechena, me muestra las camas donde duermen ella, su marido y sus cuatro hijos. Las condiciones en que viven son infrahumanas.
"¡Lo que tuvimos que sufrir cuando entraron los rusos! Nos hicieron salir al frío a punta de fusil, y nos separaron a los hombres a un lado, las mujeres a otro y los niños en un tercero. A pesar de nuestros ruegos y del llanto de los pequeños, nos mantuvieron durante horas a la intemperie, disparando al aire de cuando en cuando sus Kaláshnikov y amenazándonos con matarnos". Después los soldados rusos, borrachos, iban a menudo al refugio a aterrorizarlos.
"Nos tienen abandonados. No nos dan nada y ya no tenemos ni siquiera qué ponernos. Mire cómo andamos descalzos. En verano no importa, pero ¿qué haremos cuando llegue el invierno? Nuestros niños deberán ir a la escuela en septiembre. Ninguna de las promesas que nos han hecho la han cumplido. Ni siquiera nos pagan los sueldos que nos deben", dice Leila.
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