_
_
_
_
CAMPEONATOS MUNDIALES DE ATLETISMO

Martín Fiz, campeón del mundo de maratón

El atleta reveló que cuando se le encogió el corazón entendió que había llegado el momento de irse a ganar

A las 16 horas, 11 minutos y 14 segundos, Martín Fiz apareció por la puerta de maratón del estadio Ullevi. Llegaba de hacer 42 kilómetros y sólo le faltaban 195 metros para proclamarse campeón mundial. Pisó el tartán, alzó el brazo, buscó entre las gradas banderas que le fijaran dónde estaban sus amigos, levantó la mano con la uve de la victoria, saludó y, cuando se dio cuenta de que estaban a punto de terminar los momentos más gloriosos que pueda vivir atleta, braceó enérgicamente - "quería mostrar que aún me sobraban fuerzas", dijo-, elevó los brazos y ganó.El esfuerzo de dos horas de carrera a mas de 30 grados y con una humedad que le hizo beber a Martín Fiz cuatro litros de agua sólo tuvo reflejo en los 30 segundos siguientes. Martín Fiz se arrodilló, besó la pista, alzó los brazos y se dejó caer, exhausto, boca arriba. Quedó inmóvil, extendido en el suelo, con las piernas abiertas y los brazos en cruz. Fueron unos momentos de respiro. Cuando abriera los ojos y se incorporara le esperaba la apoteosis de la gloria. Despertó y se fue a por ella de inmediato.

Le hicieron llegar una bandera española y él también pidió la de Euskadi. Con ambas dio una vuelta de honor que duró ocho minutos, porque no hay celebración más intensa que la que acontece después de la mítica carrera. Cuando se encontró de bruces con Diego García, que corría a abrazarle, se dio cuenta de lo injusto que es el maratón. García había llegado en sexta posición -Juzdado, en quinta, y permanecía sobre una camilla, con suero, recuperándose del desfallecimiento- e iba a quedar marginado por su triunfo.

La alta competición

Pero el deporte de alta competición es así de cruel. Uno gana y los demás pierden. "Martín nos gana hasta en los entrenamientos; no nos cede ni un metro. Todo lo quiere ganar", revelaba García. Este, con su fenomenal sexto puesto, y Juzdado, aún mejor, habían quedado excluidos de la lucha por las medallas, que es la que marca la diferencia entre los buenos y los superclase.Aguantar, todos aguantan cuando la carrera va fuerte y se tienen condiciones y preparación adecuada. Los tres españoles llevaban un año entero dedicados a preparar este maratón. Por eso no les costó trabajo ir en el grupo de cabeza durante 28 kilómetros. Se marchaba a un ritmo de 3.12 minutos cada kilómetro y lo soportaban sin desgaste. A un brasileño, Dos Santos, se le ocurrió despejar la cabeza y atacó, corriendo a 3.04 el kilómetro. Fiz fue el primero en seguirle; a continuación, Cerón y Juzdado. Pronto le cogieron y por detrás entraron dos británicos.

La selección ya estaba hecha. Habían sido suficientes 28 kilómetros de ritmo vivo y dos de ataque para que de los 78 corredores sólo sobrevivieran seis en cabeza. Nerurkar, uno de los ingleses, duró poco; el otro, Whitehead, asumió que allí estaba de más e hizo su trabajo: mantener un buen ritmo para que ninguno de los rezagados les alcanzara. Tras él, a su derecha, Cerón, y a la izquierda, Fiz, Juzdado y Dos Santos cerraban el grupo. Estaba claro quiénes eran allí, los jefes.

A por la victoria

A Juzdado le entró flato y a Whitehead se le acabaron las fuerzas; Fiz y Cerón se fueron a jugarse la victoria; Dos Santos no contaba, porque en cuanto llegaba una cuestecilla se quedaba. A las dos horas exactas de carrera, cuando quedaban cuatro kilómetros, Cerón atacó. Fiz se asustó. Miró el reloj, echó cálculos y vio que habían hecho tres kilómetros en 8.45 minutos. "Eso era un ritmo de carrera en pista, no de maratón. Recordé entonces lo que me dijo Padilla: 'Estás preparado para correr a menos de tres minutos el kilómetro, pero si te fuerzan a ese ritmo, no sigas, espera, haz como Induráin, sigue a tu ritmo".Fiz permitió entonces que se despegara Cerón, aunque con cierto temor, porque es un hombre que ya ha corrido dos maratones en menos de 2.09 horas. Pero si él se había mostrado frío hasta entonces -había llegado a pedir a los miembros del equipo que no le animasen para no calentarse-, no lo iba a echar todo a perder al final.

Esperó manteniendo su ritmo, que ya era de por sí frenético -hizo la segunda mitad de la carrera más rápida que la primera, a que Cerón acusara el ataque que tenía su razón de ser, pues de otra manera no era posible despegarse de Fiz. Cuando éste le alcanzó, recuerda que se le encogió el corazón: "No sabía qué podía pasar entonces, ganar seguramente. Vi que había llegado el momento esperado y me fui a por la victoria".

Cabalgó tres kilómetros en solitario, acercándose al estadio Ullevi con la fuerza de un coloso. Con el corazón encogido -ya le daba igual que la gente le vitoreara-, pero la cabeza fría, miró para atrás, vio a Cerón lejísimos, cogió las gafas que había llevado colgadas en el pantalón, se las puso, giró a la derecha y se estremeció al entrar en el estadio. La aclamación era para él. Tras bajar la rampa verde que da acceso a la pista miró una vez más hacia atrás y entonces confirmó que el mexicano nunca la alcanzaría. Y empezó a saborear la gloria.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_