El Retiro, maltratado
Tengo 35 años y podría decir, sin temor a exagerar, que prácticamente me he criado en el parque del Retiro, pues siempre he vivido en la zona de Menéndez Pelayo. Conozco sus olores, sus árboles, sus farolas, sus flores, su maravilloso silencio en otoño, sus atajos y sus colores. Digo conozco y digo mal; debería decir conocía, pues lo que es ahora, no era, y lo, que era entonces, ya no es.El Retiro es ahora un parque invadido de individuos que, bien calzados de botas de tacos juegan al fútbol en los céspedes maltrechos y enfermos; es un cámping gratis en el que las familias disfrutan viendo cómo sus cachorros compiten con sus mountain bikes comprobando quién es capaz de hacer la mayor salvajada en un salto entre los tulipanes, los pensamientos y las caléndulas recién plantadas; todo vale. No importa que sea un parque histórico. No importa que la sequía amenace de nuevo con un verano sin riego. Somos europeos, que debemos pisar la hierba. Ya crecerá. Y si no crece, mejor. Jugaremos a las canicas con las jeringuillas abandonadas en las zonas umbrías. ¿Es que no hay vigilancia? Sí, la hay. Pero se limita a pasear en coche por las zonas iluminadas. Dicen que ellos (la Policía Municipal) no tienen apenas competencia en el parque. ¿Dónde están aquellos guardas del Retiro que cuidaban y hacían cuidar el parque más antiguo de esta sufrida capital. Creo que en el banquillo, esperando saltar al campo.-
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