Los incendios forestales se han multiplicado por seis desde los años 60
La propagación de los incendios forestales en España ha adquirido dimensiones catastróficas. Mientras en el decenio de los sesenta no alcanzaban los 3.000 al año, en 1994 superaron los 19.000, con más de 400.000 hectáreas quemadas. En los años siguientes a la transferencia de competencias a las comunidades, 1980 y 1984, se incrementaron en un 51% y un 69%. Un informe del Senado destaca el abandono del campo como su causa determinante y duda de la eficacia de las elevadas inversiones para sofocarlos.
No es extraño que, poco después de proponer su declaración como zona protegida, cualquier paraje sea pasto de las llamas por un incendio provocado. Suele ocurrir, en efecto, según un estudio elaborado por el Ministerio de Agricultura sobre las motivaciones de los fuegos entre 1992 y 1994. El 61% de los consultados relaciona ambos hechos mientras un 83% opina que las limitaciones de uso son causa de los siniestros intencionados.Los conflictos derivados de estos procedimientos medioambientales "han demostrado ser totalmente contraproducentes y peligrosos", dice el informe. Los afectados se vengan prendiendo fuego al espacio que se pretende proteger.
Los incendios ocurridos en estos parajes en el decenio de los ochenta indican "que esta: motivación es causa real de siniestros", según un reciente informe del Senado sobre los incendios forestales en España; "se producen restricciones de uso encaminadas a la conservación ambiental, lo que influye en los habitantes de la zona y puede chocar con sus usos y costumbres. No bastan las buenas intenciones de proteger el medio ambiente cuando no se hace una adecuada información pública previa y no se toman medidas para amortiguar el impacto de dichas limitaciones".
Por supuesto, no es ésta la única razón de los incendios intencionados ni la mayor. Las venganzas sólo suponen un 4,3%. En el 66,4% de los casos se originan por la quema incontrolada de pastos o residuos agrícolas. Los pirómanos provocan un 12,9%. La caza, un 3,7%. Sin embargo, continúa sin saberse quién prende la chispa hasta en un 48% de los siniestros que asuelan el país, según el Senado.
Nadie da crédito a que sean madereros sin escrúpulos, pirómanos enfermizos, promotores ávidos de recalificaciones urbanísticas o industriales de la extinción de fuegos quienes los provoquen. "Esas leyendas carecen de fundamento", afirma el senador Diego Alonso Colacios, ponente del informe.
Lo que sí está probado es que el campo se ha despoblado. Que en los años sesenta la mitad de la población española, residía en el campo y vivía de él mientras ahora se ha quedado reducida al 20%. La explotación forestal ha dejado de ser rentable y los bosques se han llenado de maleza, muy propicia a la combustión a poco que se le acerque una chispa, sea la de un rayo o la de un cigarro tirado descuidadamente.
Según expertos forestales y el propio informe del Senado, esas circunstancias son las que más han propiciado el desarrollo de los incendios.
Pero llama la atención que, mientras en el periodo que va de 1968 a 1993 se produjeron no más de 20 grandes incendios superiores a las 500 hectáreas, sólo durante el año pasado se desataron 20 de más de 10.000. Los fuegos arrasan ahora magnitudes descomunales. "Te produce una enorme depresión", afirma un ingeniero de montes estrechamente vinculado a los operativos estatales que auxilian en las tareas de extinción.
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