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El rebelde Daly se rehabilita en Saint Andrews

El estadounidense se impuso en el desempate al italiano Rocca

José Sámano

John Daly, un ex alcohólico en tratamiento, trituró ayer el Open Británico y atrapó su segundo título del Gran Slam (ganó el PGA en 1991). A sus 29 años este voluminoso tanque estadounidense, que ronda los 100 kilos, se exhibió en un escaparate idóneo para apuntalar su rehabilitación. Reforzada desde que el pasado año tuviera que retirarse temporalmente por segunda vez en su corta carrera. Antes tuvo que desempatar con el italiano Costantino Rocca, en una eliminatoria a cuatro hoyos."Cuando bebía no me dolía la cabeza, pero ahora tengo jaquecas muy fuertes y constantes. Los médicos me han prohibido la cafeína durante tres semanas. Es todo lo que puedo hacer". Para Daly, Saint Andrews fue su sosiego su único sedante. Un respiro pacífico para una vida, acelerada, tumultuosa, en el pasado plagada de titulares: "En el golf hay mucho cocainómano"; "soy adicto al juego, paso entre 12 y 14 horas en un casino porque es lo único que me relaja". De vez en cuando, pegado a un cigarrillo entre hoyo y hoyo, y sometido a consuelo de Paulette, su tercera esposa -la anterior le acusó de malos tratos- el melenudo norteamericano fue perfilando su victoria desde la primera vuelta.Tomó la salida con -5, en el penúltimo partido, por detrás de Campbell (- 9) y el italiano Rocca (- 7).

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Un desenlace desesperado

Apoyado en su poderosísimo golpe de salida -alcanza una distancia, media de 290,2 metros-, Daly burló la tregua en el cuarto hoyo y sumó el primer birdie (- 1). La hazaña tuvo un efecto fulminante. Campbell, que habla conservado el par en sus primeros hoyos, se nubló: ejecutó un segundo golpe imposible y su bola se perdió tras la grada. No pudo evitar el bogey (+ l). El acoso de Daly le había alterado el pulso. El maorí tampoco pudo salvar el hoyo siguiente. Daly, se apuntó dos birdies consecutivos: el primero para enganchar a Campbell. y el segundo para sobrepasarle. El orden restablecido. Cumplido el primer objetivo y con Rócca titubeante, Daly se tomó conservador. Enfiló la senda de la victoria... hasta que le invadió el cosquilleo, ese molesto virus que escupe el estómago cuando restan peldaños para la gloria.

Sus enemigos habían cambiado de apellido. Ya no estaba Campbell, pero Rocca había emergido y con él Elkington, Boks y Bottomley. Con los cuatro a tres golpes, Daly llegó a la última estación de Saint Andrews, un tránsito tortuoso por los hoyos 16 y 17. Y el peso de la historia y el cemento milenario del campo escocés se desplomaron sobre él. Tropezó en el 16 y su distancia se exprimió. Sólo le quedaban dos golpes.

¿Cómo jugar el 17, una chincheta al pie del trono? De salida hay que elevar la bola por encima de un hotel, a ciegas, sin divisar la bandera. Daly voló. Luego debía maniobrar para esquivar el bunker de la carretera, una tumba. Y allí se incrustró Daly, petrificado sobre la arena. Fue tal el latigazo del estadounidense que mientras la pelota salió disparada hacia el green su mano se sacudía en todas las direcciones para calmar el dolor. Al final logré evitar doble bogey, no el bogey. Asustado, se lanzó hacia. el 18 con un hierro, un palo que da distancias más cortas que las poderosas maderas. Atinó con el par y se fue con Paulette y su cigarrillo con una tarjeta final de 282 golpes (- 6). Fundidos en un cariñoso abrazo esperaron el desenlace. Ya sólo una hazaña de Rocca -con - 5 en la salida del 17- podía quitarle el título.

Pero el golf se expresó a rajatabla. El efecto provocado por Daly, sobre Campbell a media tarde hizo mella en Rocca. Los fallos finales del norteamericano le auparon. Primero el italiano se estrelló en la carretera del 17. Adiós. Sobre el asfalto ensuciado de gravilla se sacó un tiro de la chistera y cumplió el par. Un órdago al 18 le llevaría al desempate. Las cámaras de la BBC delataban que el achuchón de John y Paulette se iba intensificando.

En el 18, Rocca (Bérgamo, 1956), cogió la calle sin problemas. Le quedaba un golpe viable para acariciar el birdie de su vida. Rocca dio quizá el golpe más esperpéntico de su vida. ¡Pegó al suelo! La bola apenas circuló unos metros. El europeo se comió la hierba con el palo. A Rocca le separaba del cielo un putt de alrededor de 15 metros. Todo un mundo. Un horizonte imposible. Con la herida abierta por el salto de rana anterior, dejó para la retina un putt extraordinario. Tal fue el estruendo que Rocca se dejó caer con los puños apretados sobre la hierba.

Daly deshizo el nudo con Paulette y se precipitó sobre la salida del 1 a dirimir un desempate a cuatro hoyos en las banderas 1, 2, 17 y 18. Entonces el golf hizo su penúltimo guiño: ¿no era más normal la victoria del eufórico Rocca ante el desengañado Daly? Pues no. El estadounidense también se rehabilitó en el play-off y aplastó al italiano: ¡en cuatro hoyos le sacó cinco golpes!

Clasificación final

1. Daly (Estados Unidos), 282. 2. Rocca (Italia), 282. 3. Bottomley (Reino Unido), Brooks (Estados Unidos), Campbell (Nueva Zelanda), 283. Elkington (Australia), Singh (Islas Fidji), 284. Otros resultados: Pavin (Estados Unidos), 285; Els (Súráfrica), 286. Norman (Australia), Price (Zimbabue), 287. Watson (Estados Unidos) y José María Olazábal, 290. Faldo (Reino Unido), Severiano Ballesteros 291. Woosnam (Reino Unido), 292. Rivero, 295. Jiménez, 297. Linhart, 303.

Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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