El día D, la hora H
Decir Induráin y, acto seguido, contrarrelojista suena a pleonasmo. Cuando Induráin tenía sólo 20 años ya logró su, primer triunfo como profesional. Precisamente una contrarreloj, la del Tour del Porvenir de 1984.Induráin era de joven un culo gordo. Un hombre de 90 kilos. El morfotipo de un rodador centroeuropeo. Tenía el perfil ideal del contrarrelojista explosivo. Podría haber sido perfectamente un especialista en prólogos sin más. Once años después no gana los prólogos, pero no ha perdido ni un ápice de su capacidad innata. Induráin nació contrarrelojista y contra eso no se puede luchar. Con el paso de los años ha mejorado en todas las restantes facetas, hasta convertirse en el mejor corredor en todos los terrenos. Todo, sin perder ni un ápice en su especialidad primera: la lucha en solitario contra el reloj. Casi al contrario, aunque el Tour reduce anualmente el número de kilómetros contrarreloj -como en los tiempos de Anquetil-, Induráin sigue basando sus victorias en las diferencias que crea con su especialidad.
Todos sus rivales derrotados en los casi cinco Tour que ha ganado Miguel Induráin son grandes contrarrelojistas. Tony Rominger, cuando no está Induráin, también crea las diferencias en las cronometradas; Bugno iba por el mismo camino; LeMond, su primera víctima también. Ellos, lo único que hacen ahora, es reconocer su superioridad. Hablan de la diferencia de potencia, de que Miguel Induráin es el más fuerte, pero eso no convierte a una persona en imbatible. Así que encuentran otros argumentos. Como la infalibilidad. Están perplejos . Y llevan años así. "Cómo es posible", dicen "que siempre esté perfecto en el momento decisivo". Induráin nunca falla a la cita. Forma parte de su naturaleza de contrarrelojista. No le teme a la soledad. No se pone nervioso, aun sabiendo que se lo juega todo en una hora de esfuerzo. Sabe prepararse para ese momento. No recurre ni al yoga ni a la meditación trascendental para salir relajado y, al mismo tiempo, con el 100% de su cuerpo concentrado en una sola tarea. Su fuerza es su tranquilidad. De joven ya parecía un experto.
El secreto, su cabeza
Induráin en las contrarreloi es una fuerza bruta canalizada sin perder potencia. El secreto es su cabeza. Cómo su cerebro analiza casi automáticamente todas las sensaciones que le transmite su cuerpo. Y toma decisiones instantáneamente. Es como un procesador. El truco consiste en saber en todo. momento la gasolina que consume y la que le queda en el depósito. Lo que se dice dosificar sus fuerzas. Cuando llega a meta y no está en el umbral del agotamiento, es que ha fallado en algo. Pocas veces le sucede esto. En menos ocasiones le ocurre lo contrario: hacer los últimos kilómetros exhausto. Todo esto es una cuestión necesaria, pero no suficiente. Sin potencia no sería nada.
Induráin pide que las contrarreloj sean duras, rompepiernas, con repechos exigentes, con algo de viento. Son en las que puede usar sus desarrollos favoritos, no precisamente los más fuertes, sino aquellos que le permiten una cadencia rápida. Son esos recorridos también los que le permiten crear más diferencias. Son trazados para hombres fuertes.
Aunque su gran superficie corporal no le permita tener el mejor aerodinamismo posible -ofrece más resistencia al aire que nadie-, su relación peso-potencia y su determinación hacen que corra volando, como si fuera cortando el viento con un cuchillo. La pantalla son los otros.
El decálogo
1. Ha conseguido la victoria en 30 contrarreloj a lo largo de su carrera.
2. Tiene una relación peso-potencia ideal para el ejercicio.
3. Nació siendo contrarrelojista. Tiene unas cualidades innatas.
4. No ha perdido capacidad con el paso de los años.
5. Administra perfectamente su energía.
6. Todos los rivales le consideran imbatible en la primera contrarreloj larga del Tour, su día D, su hora H.
7. No abusa de los grandes desarrollos.
8. Su única pega: la gran superficie corporal que ofrece al viento.
9. Tiene más potencia y determinación que nadie.
10. Cuanto más largas y duras, más diferencias crea.
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