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El Tour se cobró una víctima, pero no hubo drama

La muerte del italiano Casartelli en el puerto de Aspet no alteró el duro camino de la carrera

Luis Gómez

La carrera continuó. Los más fuertes acudieron a probar fortuna en las faldas de Tourmalet. Los ramos de flores adornar podio según es costumbre. Horas antes, un corredor había fallecido en plena carrera producto de una fatal caída, pero la consternación quedó para más tarde. No hubo drama. Hoy, quizás haya un minuto de silencio. Quizás se retire el equipo Motorola, donde militaba Fabio Casartelli, en señal de duelo. El ciclismo se rige por otra escala de valores: un accidente, una enfermedad, hasta la muerte, forman parte de la carrera. El Tour sigue su camino. Nadie mira para atrás en la carretera.Esa frialdad sorprende a muchos aficionados. Un accidentado es una baja. Las extremas condiciones del ciclismo explican que los ciclistas se comporten en muchas ocasiones con una incomprensible insensibilidad. El cuidado de los accidentados es tarea de la retaguardia: nadie abandona la carrera mientras ésta no acaba. No hay misericordia. No figura en el código de conducta de los ciclistas.Y todo siguió

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La noticia del fallecimiento sorprendió al pelotón camino del Tourmalet. Y la carrera siguió su curso como si nada hubiera pasado. Fabio Casartelli era un abandono más, como cualquier otro de los 70 corredores que han dejado el Tour por diversas razones. Casartelli acabó su vida y su carrera en el kilómetro 34. La organización elaboró un comunicado de dos líneas. "Víctima de una caída en el puerto de Aspet y trasladado al hospital de Tarbes, ha muerto". Así de breve.

La caída de Casartelli se había producido poco después de producirse las primeras maniobras. El francés Richard Virenque se había inclinado por un acto de honestidad. Atacó desde el primero de los seis puertos de la jornada para dejar por sentado que su segundo título de Rey de la Montaña no venía precedido de una actitud oportunista. Su increíble esfuerzo durante casi 175 kilómetros le recompensó doblemente: no sólo se adjudicó la etapa reina del Tour sino que coronó en cabeza los seis puertos. Virenque se congració consigo mismo y su liderato en la montaña quedó resuelto sin discusión posible. Nada de lo que sucedió detrás suyo modificó los acontecimientos: su ataque no tuvo réplica.La etapa, en definitiva el Tour entero, comenzó a decidirse en el Tourmalet. Allí fue donde Chiappucci supo que no podía esperar por Pantani, situado como estaba tras la c iza de Virenque y en compañía de Escartín, Buenahora, Mauri y Aparicio. Allí fue donde Riis tanteó las fuerzas de Jalabert en su esfuerzo por meterse en el podio. Y allí fue donde, finalmente, Induráin se personó como mediador sin llevar su intervención más allá del mero papel de notario de lo que allí estaba sucediendo. Induráin dejó maniobrar a Riis, para que nadie pusiera en duda que él había perjudicado a Jalabert. Su tarea se limitó, en todo caso, a impedir que Zülle tratara de incomodar su jerarquía. Dejó por sentado, una vez más, que tras su rueda están las plazas del podio.

Del Tourmalet a la meta nada cambió. El discurso de repitió. Riis contra Jalabert, Zulle sin perder de vista al líder, Virenque directo a sentenciar su hazaña, Chiappucci perdido en tierra de nadie, Rominger administrando sus escasas energías, los españoles Escartín y Mauri escribiendo en el anonimato su particular versión de la general. E Induráin como testigo privilegiado. El Tour circulaba a su alrededor.Visto bueno

La etapa reina hizo justicia con una precisión poco habitual. A excepción de Pantani, los 16 primeros de la general ocuparon las 15 primeras posiciones de la etapa. Nadie puede poner en duda cómo la dureza del Tour sustituye los efectos de una selección natural. Quedan por resolver algunos pequeños detalles. Lo sustancial se reduce a los 27 segundos que separan a Jalabert de Riis. El Tourmalet ha dado el visto bueno al quinto Tour de Induráin.

El dominio del líder volvió a quedar patente ayer. Virenque no era enemigo y necesitaba demostrar también que el ídolo francés puede seguir siendo él y no Jalabert. Y lo hizo precisamente el día en que Pantani no pudo poner en práctica aquello de que no hay dos sin tres.Pero todo son fuegos de artificio de segundones. Induráin mueve las marionetas a su antojo desde su altura física y táctica. Hoy quedará otra posibilidad de ataques, pero la sensación de impotencia de todos es absoluta. Riis, para conseguir cinco segundos y Zülle, para llegar a rueda, acabaron mucho más agotados.Hoy la carrera se vestirá de negro, pero seguirá su camino. El Motorola también. Alguien colocará un ramo de flores en el kilómetro 34, donde Casartelli golpeó su rostro con el asfalto. 119 corredores sobreviven a la carrera, pero sólo uno no volverá jamás. El puerto de Aspet se cobra una víctima, como el Mont Ventoux honra la memoria de Tom Simson. Siempre que se hable del puerto de Aspet se hablará del joven Casartelli. Forma parte también del código de conducta del ciclismo, duro hasta la insensibilidad, pero tan generoso como para abrirle a un joven corredor italiano un hueco en su historia.

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