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El ONCE se trabaja la pinza

Jalabert triunfa en la fiesta nacional francesa y recupera 5.41 minutos sobre Induráin

Luis Gómez

Quienes conocen a Manolo Sáiz sabían que no se iba a estar quieto por dos motivos. Primero, porque tenía pensada esta etapa para Jalabert desde hace varios días. Era su regalo para el 14 de julio, fiesta nacional francesa. Y, segundo, porque no ha tirado la toalla respecto a Induráin. Sáiz ha hecho una interpretación resumida del Tour. "Sólo quedan dos equipos, Banesto y ONCE", dice en voz baja. Y está dispuesto a poner sus fuerzas en conflicto. No le importó lanzar a tres de sus hombres a una escapada de casi 200 kilómetros para medir fuerzas. El resultado final de la operación admite la doble lectura: Sáiz ha colocado a Zülle y Jalabert en el podio y tiene a Maur en 5a posición, pero Induráin amplía su ventaja respecto a Zülle. Persistirá la duda durante algún tiempo: victoria pírrica o maniobra envolvente.Que en el Tour sólo juegan Banesto y ONCE no admite discusión a estas alturas. Las operaciones se discuten en dos estados mayores plenamente españoles. Echávarri se reúne con Unzue y Mínguez, Manolo Saíz resuelve al lado de Pablo Antón. Defienden los intereses de dos marcas españolas, pero también se odian con la misma fiereza que dos eternos rivales. Hablar de Banesto y ONCE es como mentar al Madrid y al Barça sólo que no hay peculiaridades regionales de por medio. Puestos a matizar, existe una semilla más venenosa en este caso. Banesto y ONCE no trascienden a la rivalidad deportiva; bajan a la alcantarilla de las disputas personales. Son, ahora mismo, dos equipos irreconciliables. El Tour va a ser una pequeña guerra civil entre ambos.

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El ataque del ONCE no dejaba de estar previsto. Manolo Sáiz lo había intentado el jueves sin éxito. Sabe que estas etapas discurren en un terreno irregular, muy propicio a las escapadas, que obliga al pelotón a viajar demasiado estirado. Carreteras estrechas, fuerte calor, demasiadas pendientes en el camino como para llevar un ritmo distendido. Sáiz quiere que Banesto se desgaste en auxilio de Induráin y sabe también que cuenta con varios corredores en perfecto estado y bien colocados. Tal es el caso de Mauri, suficientemente bien situado en la general como para imponer respeto en una escapada. Mauri es un medio, pero no un fin. Mauri es un peón en manos de Sáiz.

0 Jalabert, su hombre para el maillot verde. Si Sáiz buscaba la etapa para Jalabert no era lógico involucrarle en una escapada a 200 kilómetros vista. Si Sáiz procuraba asegurarle el maillot verde, la maniobra era suicida. Pero si lo que Sáiz pretendía era poner al Banesto en situación de alerta roja durante 200 kilómetros, sí tenía sentido una etapa con Jalabert y Mauri juntos. Un corte en el pelotón rompió las hostilidades. En el kilómetro 24, Jalabert dio el salto. Logró reunir en su entorno a sus compañeros Mauri y Stephens, además de Podenzana (Brescialat), Bottaro (Motorola) y Peron (Gewiss). La escapada era un hecho: Induráin no podía reaccionar porque tenía a cinco corredores cortados.

La escapada prendió. Miguel Induráin encendió la calculadora de a bordo y esperó. La partida llegó al momento en el que no hay posibilidad de pedir un descarte. Es la hora de mirar a la mesa y estudiar si conviene aceptar la apuesta. Induráin hizo gala de su habitual sangre fría. Sabía que el ONCE le emplazaba con Jalabert por delante y Zülle a su lado. Quizás tuviera conocimiento de que Zülle atraviesa por alguna pequeña dificultad en sus piernas, porque al líder no se le escapan esos detalles, pero dejó que hubiera tanto dinero sobre la mesa como para que otros equipos (Polti, Carrera, Gewiss, Lampre, Novell y MG) sintieran la necesidad de intervenir.

Induráin guardó silencio durante un par de horas, hasta que la escapada cobró más de 10 minutos de diferencia y miles de franceses saludaban a Jalabert como nuevo líder. La caza empezó tarde, pero Induráin salvó sus peones: el equipo trabajó lo justo. Él juega una partida larga: quedan ocho etapas hasta París.

La victoria de Jalabert entre el delirio de los franceses tuvo mayor significado gracias a que obtuvo un botín superior a los cinco minutos, hecho que le sitúa de cabeza en el podio. Induráin sabe lo mismo que sabía dos días atrás: que el ONCE es su verdadero enemigo. Pero al ONCE se le plantea ahora una cuestión de liderazgo: ¿Quién es su hombre para París? Sáiz atacó con Jalabert, pero dejó descuidado a Zülle e Induráin aprovechó la ocasión. ¿A quién empleará Sáiz en el próximo ataque?

Banesto y ONCE son las fuerzas en colisión en este Tour. El resto del pelotón ha quedado convertido en una amalgama de mercenarios. Las rencillas personales impedirán la tregua. Hemos llegado a un punto imprevisto: un Tour demasiado a la española, una carrera racial, un conflicto civil en tierra francesa. Habrá palabras mayores y reproches por vía interpuesta.

Ajeno a todo ello seguirá estando Induráin, para quien la jornada tuvo otro cariz: los 17 segundos de renta ante Zülle. Induráin no entrará en ese juego: el suyo es ganar el quinto Tour, no fallar ante sus inmediatos seguidores, sumar y seguir.

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