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Tribuna:AUTOPISTAS DE LA INFORMACIÓN
Tribuna
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Informacion, ocio y comunicaciones

El libre mercado es la mejor ruta para que los consumidores se beneficien de las autopistas de la información

Bill Gates

La aprobación, la semana pasada, de un decreto de liberalización por parte del Senado estadounidense es un paso hacia la legalización de algo de lo que se habla tanto, dándolo casi por supuesto, que mucha. gente ni siquiera se daba cuenta de que, en gran parte, estaba prohibido. El decreto permitirá que se construya la autopista de la información en EE UU.Espero que otros países den pasos similares en los próximos años. La autopista de la información es la red de comunicaciones de alta capacidad que se prevé conecte hogares, y empresas en la próxima década. Esta red transformará nuestra forma de trabajar, jugar, hacer compras y aprender, siempre que los artífices políticos permitan que se construya y funcione.

Bajo las leyes y normativas de Estados Unidos y de muchas otras naciones, las empresas no pueden competir para conectarle a uno con una red única que haga llegar información, ocio y comunicaciones. Dé, hecho, el Reino Unido es uno de los pocos lugares en los que la autopista de la información no va, contra la ley, sus empresas de cable y teléfonos ya han sido liberalizadas.

En la mayoría de los países, los consumidores tienen servicios de monopolios regulados. Una compañía telefónica hace llegar la voz, los faxes y las comunicaciones por módem; una empresa de cable lleva las imágenes de vídeo.... Las justificaciones de la existencia de monopolios bajo control estatal fueron concebidas hace décadas, mucho antes de que se hubiera oído hablar de la autopista de la información.

Pero estamos en 1995, y hay que elogiar a los políticos por soltar la presa reguladora. A menos que se deje competir a las empresas de cable y teléfono, resulta dudosa la velocidad con que éstas se apresurarán a hacer las inversiones necesarias para llevar la autopista de la información a todos los hogares del mundo.

La regulación estatal de la economía es un asunto peliagudo. La toma centralizada de decisiones es terriblemente ineficaz en comparación con el libre mercado. Por muy buenas intenciones que tenga, es casi inevitable que el control estatal proteja a unas cuantas empresas privilegiadas y perjudique al resto y, en especial, a los consumidores. Un mercado libre es la mejor alternativa. Hace llegar los productos y servicios que los consumidores apoyan con sus compras y recompensa a las empresas por la innovación y el servicio. Cuando el mercado decide qué empresas y planteamientos ganan o pierden, se exploran simultáneamente muchos camino y no sólo el aprobado por los políticos.

Antes de la liberalización de las líneas aéreas en Estados Unidos, en 1978, todas las rutas y tarifas eran dictadas por el Gobierno. Las compañías no perdían dinero pues el Gobierno velaba por que no perdieran. La. competencia entre ellas era leal y había pocas ofertas para los consumidores. Tras la liberalización, docenas de líneas aéreas probaron una unidad de planteamientos para ganarse la confianza de los consumidores. La competencia redistribuyó los recursos económicos, dando a los consumidores lo que sus compras de billetes indicaban que querían: servicio frecuente y tarifas baratas.

Otros países han tomado nota de este masivo y fructífero experimento de liberalización. Nunca es más importante un mercado libre que cuando se desconoce el nivel de la demanda de un producto o un servicio. Es imposible para los reguladores estatales distribuir eficazmente los recursos cuando nadie sabe en qué medida los consumidores quieren algo. Sin embargo, cuando impera la ley del mercado, los competidores se arriesgan y hacen diferentes planteamientos para desbloquear la demanda desconocida. Muchos resultan fallidos, pero el público tiene la oportunidad colectiva de elegir a los ganadores y de obtener lo que quiere. El mercado decide si ciertas empresas o proyectos deben cerrar y no aprovecharse de los recursos de la sociedad por más tiempo. Los empleados, se van de las empresas perdedoras para ir a las ganadoras. Esto puede sonar cruelmente darwiniano, pero, sobre todo en áreas de la innovación técnica, la selección natural distribuye los recursos económicos de una manera mucho más eficaz que cualquier forma de planificación central.

Los servicios interactivos, precursores de la autopista de la información, son un caso típico de demanda desconocida. Sólo el 16% de los hogares estadounidenses tiene ordenadores personales equipados con módem, y menos de la mitad. de esos hogares están suscritos a servicios comerciales. En Europa, donde hay 42 millones de ordenadores personales, el principal servicio interactivo, CompuServe, sólo tiene unos 300.000 abonados.

¿Hay una mayor demanda potencial de servicios interactivos? Creo que sí, si los precios bajan y crece la oferta de información. Pero esto es algo que no se sabe en absoluto, y quienes apostamos por este merca-. do debernos aguardar a ver qué sucede. Un detalle al que se enfrentan los políticos es si los gobiernos deben imponer normas técnicas en las comunicaciones digitales. La cuestión no es si debe haber normas, sino si éstas deben ser impuestas por los gobiernos o si se debe permitir que las normas de facto se desenvuelvan en el mercado.

Aparentemente, la imposición de. unas normas técnicas es una buena idea. ¿No sería mejor que los legisladores exigieran a todas las redes informáticas que fueran interoperativas, capaces de comunicarse entre sí? En realidad, no. A la larga todas empeorarían, excepto las empresas protegidas de la competencia por esta regulación.

Las industrias de ordenadores y programas han crecido en los 20 últimos años precisamente porque había escasa regulación sobre normas técnicas. La consiguiente y reñida competencia llevó a increíbles innovaciones. El mercado trajo normas que proporcionaron una interoperatividad práctica de los ordenadores sin dejar de evolucionar rápidamente. Esto ha convertido a, la industria de los ordenadores personales en un ejemplo de cómo una industria liberalizada puede desarrollar tecnología innovadora y ofrecer más posibilidades y precios más bajos a los consumidores. Cuando el mercado elige normas, no quedan ahí para siempre. Los competidores se ven estimulados a innovar para intentar desbancar las normas existentes. Es un gran sistema llamado capitalismo. Necesitamos más de eso, no menos.

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