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Un rayo mata a un ciclista que se cobijó de la tormenta en una cueva

Un rayo fulminó el miércoles a Iván Alonso de la Fuente, estudiante de económicas, de 20 años y vecino de El Escorial. El cuerpo de De la Fuente, que había salido a practicar ciclismo de montaña por los senderos de Abantos, estaba en una cueva donde intentó cobijarse de la tormenta que le había sorprendido mientras hacía deporte. La víctima recibió la descarga eléctrica sobre una cruz que colgaba de su pecho, según explicó su abuela, Julia Molinero. El fallecido pertenecía al club de ciclismo de montaña Juspín, de la localidad de El Escorial.PASA A LA PÁGINA 3

El ciclista fue rescatado en otra ocasión de la cueva donde murió

VIENE DE LAPÁGINA 1Iván había salido junto a un amigo a las seis de la tarde para pedalear por varias rutas de Abantos y el puerto de la Cruz Verde. Según sus compañeros, ambos hacían una media de 100 kilómetros. Cuando, sobre las 18.30, empezó a llover, su compañero volvió a casa por la carretera e Iván prefirió regresar a la urbanización de Las Pizarras, donde vivía, atravesando el campo.

A las siete, la tempestad cobró vigor. Caían descargas eléctricas e Iván buscó una cueva para cobijarse. Uno de los rayos se clavó en su pecho y acabó al instante con su vida. A las diez de la noche, su familia, denunció su desaparición. A las cuatro de la mañana, miembros de la Guardia Civil encontraron el cadáver en la cueva.Iván yacía tumbado con el uniforme completo de ciclista. Su bicicleta estaba apoyada en un árbol, a unos cuatro metros.

El ciclista fallecido llevaba dos años inscrito en la Federación Madrileña de Ciclismo. En su club pedaleaba desde hace más de tres años. Las estanterías de su casa estaban repletas de numerosos trofeos. "Pruebas que había ganado en muchos sitios", relataba ayer consternada su abuela. Según este pariente, lo que más amaba, "la naturaleza, acabó con él'. Sus familiares cuentan que ya hace dos meses Iván, en una nevada, se refugió en el mismo lugar donde falleció el pasado miércoles. En aquel entonces, cuando comenzaba a tener síntomas de congelación, dos personas le rescataron. "Quizá su destino estaba allí", susurró su abuela.

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