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Armas contra Clinton

El presidente, enemigo número uno de la poderosa Asociación Nacional del Rifle

Antonio Caño

Con 3,5 millones de afiliados y casi cuatro millones de dólares (unos 500 millones de pesetas) de fondos legalmente declarados para cada campaña electoral, la Asociación Nacional del Rifle (NRA, en sus siglas en inglés) dejó hace mucho tiempo de ser un club de caza para convertirse en la principal organización política de Estados Unidos. En su congreso anual, que ayer fue clausurado en Poenix (Arizona), ese grupo prometió, al menos, que no va a transformarse en otra banda paramilitar de esas que ahora proclaman su hostilidad al Gobierno, aunque comparta sus puntos de vista."Nuestra lucha no es con balas, nuestra lucha es con votos. Somos la gente que ayudó a limpiar el Congreso en 1994, y vamos a ayudar a terminar esa limpieza en 1996", dijo Wayne LaPierre, vicepresidente de la NRA, en una clara advertencia de que actuarán para expulsar a Bill Clinton de la Casa Blanca en las elecciones del año próximo.

Clinton es el enemigo número uno de esta organización desde que el año pasado consiguió sacar adelante una ley, la ley Brady, que prohíbe la venta de ciertas armas de asalto. "El año pasado nos quitaron parte de nuestras libertades, pero pueden estar seguros de que vamos a recuperarlas", manifestó Tanya Metaksa, directora ejecutiva de la NRA.

La NRA vive un momento difícil desde que el atentado de Oklahoma dejo al aire una red violenta de extrema derecha, de fanáticos defensores de la ley de las pistolas, para los que la Asociación Nacional del Rifle, si no es su promotor, es por lo menos su sustento. Todos comparten el principio del ojo por ojo en la lucha contra la delincuencia y todos se sienten amenazados por una conspiración que pretende robarles su libertad y sus armas.

El carácter amenazador de la NRA se ha hecho tan evidente que uno de sus más antiguos socios, el ex presidente George Bush, renunció hace 10 días a su militancia. Su ejemplo no fue seguido por sus compañeros de partido. Robert Dole y Phil Gramm, que necesitan el apoyo de este poderoso lobby (grupo de presión) en sus propósitos presidenciales, conservan su carné. El último de ellos incluso pronunció un emotivo discurso de solidaridad ayer en Phoenix.

Pertenecer a una organización orgullosa de su culto a las más mortíferas armas de fuego puede ser una aberración en Europa, pero no en Estados Unidos, donde hay un rifle, una pistola o una ametralladora en la mitad de los hogares norteamericanos. John Kennedy, asesinado con un arma de la NRA, fue miembro de esa organización, como lo fueron Roosevelt, Eisenhower, Nixon y Reagan, o como lo son dos personajes prototípicos de esta fauna tan americana, los actores Chuck Norris y Charlton Heston.

También es cierto que la militancia en la NRA no siempre ha tenido un carácter tan político. Fundada hace casi 130 años por un grupo de oficiales de la Unión que se quejaban de la mala puntería de sus soldados, la NRA desarrolló su perfil de lobby ideológico sobre todo en los años setenta. Todavía muchos de sus miembros, la inmensa mayoría hombres y blancos, no tienen más interés que el de practicar el tiro al blanco, pero ha crecido el número de los que la ven como la última trinchera en la defensa de la libertad.

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