"Vivimos una moda peligrosa de puritarismo"
Tiene en su haber algunos de los éxitos más sonados de la televisión en España. En sus 40 años de experiencia profesional en el medio, Chicho Ibáñez Serrador (Uruguay, 59 años), ha conseguido que su concurso Un, dos, tres batiera récords de audiencia en España y en los 14 países en los que se emitió. En 1991, su innovador Hablemos de sexo convirtió en estrella televisiva a Elena Ochoa, con la que repitió Luz Roja. Éste ha sido el primer proyecto de Ibáñez Serrador con una discreta acogida del público, pero él no le da importancia. Ahora tiene en cartera dos nuevos proyectos: Mantengamos la calma y El semáforo.
Pregunta. ¿Le importa que Luz Roja no haya conseguido una audiencia masiva?
Respuesta. No, me ha parecido una experiencia positiva. El único problema ha sido el encasillamiento de Elena Ochoa como doctora del sexo. Parece que lo lleva marcado a fuego. Se han hecho comparaciones sin razón
[se refiere a Esta noche sexo, en Antena 3] porque en Luz roja se han tratado temas como el alcoholismo, la bulimia, los malos tratos... De sexo sólo hemos hablado en seis programas.
P Sin embargo, las críticas de las asociaciones de los espectadores conservadoras han sido muy duras.R. A mí esas críticas me han hecho muy feliz. Los que han criticado Luz Roja no han visto el programa. Vivimos una moda de apuntarse a un puritanismo que, como todo exceso, es negativo y muy peligroso.
P. Pero hubo anunciantes que se retiraron del programa.
R. Una empresa que dijo eso nunca se anunció en Luz Roja. Son tonterías. Insisto en que el programa no era de sexo.
P. Los telespectadores tampoco lo siguieron de forma masiva.
R. Éste nunca fue nuestro objetivo. Yo ya sabía que Luz roja no era de mayorías, sino un programa de servicio público y divulgativo. Y ya se sabe que los programas serios, que educan y orientan, no suelen tener grandes audiencias. También es necesario que exista una televisión formativa e informativa.
P. ¿Los espectadores son los que mandan en todo?.
R. Creo que el público tiene que aprender a vivir sin la televisión. Y las cadenas tienen que dejar de obsesionarse con las cifras de audiencia y preocuparse más de la calidad de los programas.
P. ¿Cómo ve la televisión en estos momentos?
R. Que está a un ritmo muy acelerado, con mucha angustia. Creo que todos los que trabajamos en este medio debemos tranquilizarnos. La competencia está bien, pero no la obcecación por aplastar al de al lado. Los programas se quitan, se, ponen, se vuelven a quitar. Esta guerra de audiencias ya la he vivido en América y aquí se está repitiendo el mismo fenómeno, que durará otro año más.
P. ¿Y cómo influye todo esto en los espectadores?
R. De forma negativa, sobre todo en los niños. El problema es que la gente no sabe ver televisión. Es una barbaridad que en la mayoría de las casas esté siempre encendida la televisión. Me preocupa que se utilice como canguro de los niños.
P. ¿Y qué opina de que practicamente todas las telecomedias que se estrenan sean éxitos de audiencia!
R. Me entusiasma, porque hay series magníficas. Es la vía para que los actores tengan trabajo y vuelva a renacer un género. Como ya ocurrió con los concursos, los programas de humor o los reality-shows, las series también se olvidarán. En televisión está todo inventado. Sin embargo, lo que nunca pasará de moda es un programa bien hecho.
P. ¿Qué proyectos tiene?
R. Voy a seguir con el Un, dos, tres en Portugal y con un nuevo programa Mantengamos la calma, que analizará la irritación, la falta de diálogo y todos los problemas que conlleva vivir en las grandes ciudades. Será para la televisión inglesa, pero también puede ser valido para España y otros países europeos. Hay otro, El semáforo, pero está todavía en el aire. Es una especie de trampolín a la fama.
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