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Puig puso la guinda con un éxito en 500cc

Los terceros puestos de Crivillé en la categoría reina y, D'Antin en 250cc cerraron la fiesta

Alberto Puig (Honda) rompió ayer su negra historia de segundón y volvió locos a los 100.000 espectadores que acudieron a Jerez dispuestos a participar en la fiesta del Gran Premio de España de motociclismo. Su secreto fue ganar la carrera de 500cc y poner la guinda a una jornada alucinante en la que Álex Crivillé (Honda) también subió al podio en la misma carrera (tercero), y que Luis d'Antin (Honda) había abierto con un tercer lugar en la prueba de 250cc. Hacía mucho tiempo que el motociclismo español no resolvía un gran premio con tales celebraciones.

"Sal y enciéndelos", le dijo Sito Pons a Puig mirando hacia la tribuna. No eran las diez de la mañana y así despidió el doble campeón del mundo de 250cc a su pupilo antes del último entrenamiento, el warm-up. Quizá ambos ya presagiaban que iba a ocurrir algo grande. Puig, de 28 años y en su novena temporada en el Mundial, le hizo caso al jefe y esperó a salir el último al ensayo final. Durante la primera vuelta fue saludando a la afición. Desde luego, fue la manera perfecta de prender en ellos la mecha de la ilusión que él mismo había fabricado el viernes con el segundo mejor tiempo en los ensayos.

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Fue como si Puig quedara citado con miles de aficionados, como si les fuera diciendo uno a uno que esperaran un rato, que iban a vivir una jornada inolvidable. Tres horas más tarde, el piloto barcelonés cumplimentó su ritual previo a todas las carreras: se encerró en su motorhome y pidió a todos que le dejaran solo. Allí realizó ejercicios de estiramiento. Comprobó que el cuerpo estaba a punto. Después le tocó el turno a la mente. Se concentró y se repitió la frase que martilleaba sus sesos desde hacía días "Hoy tiene que ser el día".Y lo fue. A punto de arrancar hacia la gloria, Puig hizo también lo de siempre. Se ajustó el casco con un golpe seco y fuerte y dirigió una mirada hacia sus mecánicos, hacia Santi Mulero, el hombre que mima cada día esa máquina diabólica de 200 caballos. Esta vez, en aquellos ojos había confianza.

La salida fue inmejorable y en la primera curva Puig ya se colocó en cabeza. Estuvo allí una vuelta, pero tuvo que ceder al empuje del italiano Luca Cadalora (Yamaha), el australiano Mick Doohan (Honda) y el brasileño Alex Barros (Honda). En un suspiro pasó del liderato a la cuarta posición y pareció que la única vibración de la afición sería una pelea entre Puig y su amigo Crivillé lejos del cajón.

El remonte

En el taller del equipo HondaPons más de uno hizo una mueca de desencanto. Nadie entendía qué pasaba. Ni Mulero, ni el mago de la telemetría, Antoni Cobas, ni ninguno de los mecánicos, ni siquiera el jefe Sito Pons, que todo lo controla. El chico no respondía a las expectativas. Y, de repente, todos recuperaron el aliento.

Alberto volvió a rodar más rápidamente que los de delante. Y mientras Doohan ya se había instalado en primera posición el piloto catalán adelantó a Barros y un poco más tarde, tras dura resistencia, a Cadalora.Quedaban 11 vueltas y Puig empezó a dar caza al líder. Sólo dos segundos y medio le separaban de la gloria. A siete vueltas del final, asistió sorprendido a la caída de Doohan. No podía creérselo. Estaba a un paso del triunfo, aunque por delante quedaban 30 kilómetros de sufrimiento para él, para su equipo, para su familia, presente desde el primero hasta el último en Jerez, y, por supuesto, para los 100. 000 fieles congregados en el templo de la velocidad. Aquel rato resultó una eternidad, pero acabó felizmente.Puig cruzó la línea de meta levantando la moto sobre una rueda, dando rienda suelta a su alegría. Había ganado el primer gran premio de su vida, el primer éxito en mayúsculas de una larga trayectoria sobre las dos ruedas. Y lo había hecho en casa, el día más importante, el día más necesario.

"Era hoy o nunca"

"Era hoy o nunca" dijo Puig en pleno éxtasis de celebraciones. "Lo sabía, sabía que tenía que hacerlo, que podía ganar. Cuando Doohan se cayó delante mío, sólo pensé en seguir concentrado y bajé el ritmo".

"Es la culminación de un proyecto largo", dijo Pons, el jefe. "Y debe terminar llevando a un piloto español al título mundial de 500cc". Puig está ahora más cerca de ese objetivo, pues ya es tercero del Mundial, con 56 puntos, mientras que Doohan queda relegado al segundo puesto (70) y el australiano Daryl Beattie se coloca líder (74).

"Estoy muy contento porque creo que esto significa dar el paso entre ser un buen piloto y ser un piloto vencedor", sintentizó el piloto barcelonés.

Alberto Puig no quiso dedicar el triunfo. Ayer supo apreciar la presencia de las personas que confiaron en él, que creyeron en sus palabras cuando achacaba a unos brazos doloridos la falta de éxito. Esos brazos dejaron de ser su tortura después de una compleja operación en Estados Unidos el pasado invierno.

En la hora del triunfo estuvieron su madre, Marita; su padre -el auténtico Alberto Puig, según dice el piloto-; su. hermano Javi; su consejero, José Antonio de Sebastián, y su cuidador, Salva Egea. Y también la gente de Tabacalera, encabezada por Sixto Heredia, el hombre que mantuvo viva la carrera de piloto de Puig.

"Es una victoria muy significativa para España", acabó dicíendo Alberto Puig.

Él es el segundo piloto español que consigue un triunfo en la, categoría reina de 500cc. El primero fue Álex Crivillé, el 27 de junio de 1992, al ganar el Gran Premio de Holanda, disputado en el circuito de Assen.

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