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Laín y el teatro

Un reciente curso de 12 lecciones de Pedro. Laín sobre Teatro y vida, organizado por el Colegio Libre de Eméritos, ha vuelto a demostrar la lozanía de su mente y su palabra y la amplitud de su curiosidad intelectual, aunque haya alcanzado la venerable edad de 87 años. Parecería que hablar sobre el teatro estaba alejado de este hombre, historiador de la medicina, humanista y español cabal preocupado por España, que han sido siempre sus tres pasiones viscerales. Pero precisamente el amplio espectro de su humanismo le ha llevado a meditar sobre ese gran hermeneuta del misterio de la vida que es la obra teatral. Además de su propia experiencia como dramaturgo, autor de Sala de espera y de Entre nosotros -por citar las que tuvieron mejor fortuna escénica-escritas hace más de treinta años, cuando Laín, ingenuamente como lo demostraría su labor posterior, se sentía en el último tramo de su vida creadora y miraba ese arte tan difícil como "el sésamo de una postrera y precaria juventud".El buen teatro busca siempre re-presentar la realidad de ciertas situaciones vitales decisivas, a las que lleva el destino o el azar: el tiempo y la edad, la guerrá, el incierto viaje para averiguar la verdad, las guerras, las tribulaciones de un alma no6le en la selva del mundo, las tentaciones, el amor y los celos, la venganza, el poder y la corrupción, la gloria y la ignominia, y tantas otras más.

Laín eligió 12 obras de éxito perdurable de grandes dramaturgos de nuestro tiempo, con la, suficiente distancia de la actualidad para subrayar la vigencia todavía, en el hombre de hoy, del problema o situación que cada una de ellas plantea. Todas habían sido vistas por Laín, porque es esencial al espectáculo teatral el verlo representar y no contentarse con leerlo. El poco espacio que permite un artículo me obliga a limitar mi glosa de sus comentarios, a cuatro de esas obras, a saber: La herida del tiempo de Priestley, Así que pasen cinco años de García Lorca, Esperando a Godot de Beckett y El rinoceronte de lonesco. Abandono así el hablar de las muy agudas consideraciones que hizo el ilustre profesor sobre Así es si así os parece de Pirandello (la imposibilidad de distinguir la verdad de las apariencias), A puerta cerrada de Sartre (la convicción de que "el infierno son los otros") La noche del sábado de Benavente (la sociedad no tolera que se sea lo que se es), La esfinge de Unamuno (donde el autor se confiesa a través del personaje), Es mi hombre de Arniches (el conflicto entre la dignidad y la modestia), Pigmalión de Bernard. Shaw (la tragedia entre el artista y su obra), Galileo Galilei de Brecht (las verdades penúltimas suelen ser ciertas y las últimas son siempre in' ciertas) y Los justos de Camus (luz y sombra de la violencia terrorista).El tiempo es el gran protagonista de la obra de Priestley. Estamos en 1919, recién concluida la Guerra Europea. La señora Conway, ya viuda, está preparando la celebración del cumpleaños de su hija Kay, una muchacha con vocación y talento de escritora. El ambiente es optimista: el fin de la guerra ha abierto perspectivas positivas para todos. Unos y otros, particularmente la soñadora Carol, la hija menor, nos van dibujando su mundo de esperanzas. Bruscamente, el segundo acto nos coloca 20 años después, en 1939, en vísperas de la Il Guerra Mundial. Carol ha muerto, todos han ido fracasando en sus pretensiones, salvo Breever, el marido de Diana, la primogénita de los Conway," que se ha convertido en un hombre rico y sin escrúpulos. Los Coriway podrían salvar los restos de su fortuna si Beever les ayudara, pero se niega en venganza al desprecio que le mostraron cuando no era nadie. Y es Kay, la escritora, que tampoco ha logrado fama ni dinero con sus publicaciones, la que define aquella atmósfera al comentar a su hermano Alan: "Cada paso, cada tictac del reloj, nos lleva hacia algo peor. Si la Yida es sólo esto, ¿de qué nos sirve? Mejor sería morir... Hay un gran demonio en el universo.y le llamamos Tiempo".El acierto teatral de Priestley estriba en hacernos retroceder en el tercer acto 20 años, enlazando con él primero. Asistimos a todas1as ilusiones de cada personaje, ilusiones que ya hemos visto perdidas en el acto anterior. El futuro de los personajes nos es, pues, conocido, y al recortarse sobre el presente alegre y esperanzado de la familia Conway, produce un dramatismo extraordinario. En cada hora los miembros de esa familia se han jugado la vida "en ese. juego de contingencia, destino y decisión en que ésta consiste", como decía profundamente el filósofo -Antonio Rodríguez Huéscar. Y este fracaso de los Conway inspira a Laín una ejemplar meditación sobre el fracaso humano. Distingue en éste, el que se debe al azar -lo que podríamos llamar la mala suerte-, el culposo, por haber hecho las cosas mal y con descuido, y el fracaso existencial. "Fracasa el hombre en su existencia auténtica -lo que uno es por el hecho de ser hombreporque las situaciones límite que1e impone la vida -la muerte, el sufrimiento, la lucha y la culpa- le hacen ver que lo positivo y lo negativo del existir se hallan indisolublemente unidosLa obra de Beckett Esperando a Godot se ha dado en todos los teatros del mundo con gran resonancia porque sus personajes son de toda sociedad humana y de toda época, lo cual les concede su permanente actualidad. Vladimiro y Estragón, dos especie de clowns circenses a primera vista, no se mueven del lugar donde les coloca el dramaturgo, bajo un árbol raído en una desierta explanada. Vladimiro se preocupa de su sombrero y Estragón de sus botas queriendo simbolizar "la conducta según la inteligencia y la conducta según el sentido de la realidad". Como si fueran un Don Quijote y un Sancho, pero más miserables y menos humanos que nuestros famosos manchegos. Aparecen también Pozzo y Lucky, un señor y su siervo, al que lleva atado de un ronzal. Estragón quiere saber quienes son y llama la Pozzo con nombres. diversos: "¡Abel!" y .Pozzo le contesta: "Aquí estoy", lo mismo que cuando le llama "¡Caín!." De lo cual Estragón deduce que son "la humanidad entera", el. amo y, el esclavo, como Hegel creía ser la relación originaria entre los hombres. Pero Vladimiro y Estragón esperan la felicidad salvadora de la llegada de Godot. Un hombre que, como señala Laín, puede ser una buscada deformación grotesca de God, Dios. Godot vendría a ser en castellano algo así como "Diosote". No saben cómo ni por qué, pero creen que vendrá y su espera es indefinida e inactiva porque nada hacen para conseguir lo que esperan. Podrían desesperanzarse pero al fin se preguntan, sin moverse de donde están. "¿Qué, nos vamos?". "Vamos" se dicen... y se quedan inmóviles. "La vida humana", comenta Laín, "es una espera y una esperanza. Aquélla real -un día y otro esperando a Godot-, ésta absurda: la gratuita, infundada, y desesperanzada - confianza en que Godot llegará., Y como es absurda su esperanza, tambiérr lo es la vida del hombre".lonesco ha sido, más aún que Beckett, el paradigma del teatro del absurdo. Las sillas y La cantante calva son claro ejemplo de esa fórmula, tan de nuestra, época. Pero además defendió siempre una moral del individuo frente a una sociedad que quiere barrer la personalidad e imponer la injusta igualdad de todos: inteligentes y romos, honestos y desalmados, esfórzados y cobardes. Tenía -señalaba Laín- "el gusto por la excelencia humana, el respeto mutuo y la independencia personal", pero nunca. fue demasiado optimista y, como Tocqueville para la sociedad de su tiempo, veía que la sociedad individual "se estaba convirtiendo en polvo y muy pronto no dejaría huella alguna".

El rinoceronte, estrenada en París en 1960 por Jean-Louis Barrault, sería su gran clarinazo. Hay en la ciudad donde vive 91 protagonista Berenguer una ola de desprecio a los valores conseguidos,por la humanidad y una ansiedad por volver a la naturaleza. Una especie de epidemía se va extendiendo,. transformando a los ciudadanos en rinocerontes. Primero son sólo unos pocos, cuyo galope por la ciudad oyen los espectadores y los person1jes. Éstos son, esencialinente, Berenguer, un hombre tímido pero digno; su amigo Juan, un hombre de acción, y Daysi, la secretaria, por la cual Berenguer siente un amor nunca declarado. Pero el contagio se acelera, con los mismos síntomas: fiebre, un cuerno que les brota en la frente y la pérdida paulatina de su voz humana para adquirir el ronco berrido del rinoceronte. Juan cree que eso está bien y, ante el espanto de su amigo, se transforma en ese animal y hasta intentará pisotear a Berenguer, quien se mantiene firme y quiere resistirse, y salvar a, la humanidad de este retroceso que significa, esa rebelión de las masas. lonesco nos deja la duda -en la que siempre cabe la esperanza- de si Berenguer conseguirá redimir a esos congéneres caídos en el primitivismo y la barbarie.

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También el tiempo maneja a los personajes de Así que pasen cinco años de Federico García Lorca, que su autor presenta justamente como "una leyenda del tiempo". Se trata de una obra compleja, en parte surrealista, en parte teatro de lo imposible, cuajada de símbolos pero llena asimismo de las alegres y poéticas imágenes lorquianas. Viene a ser la obra un sueño del protagonista, el joven, en cuya conciencia se funden los tres tiempos del tiempo. "Plantea", observa Laín, "y a su modo resuelve, lo que para el hombre es el tiempo en su vida". Y es significativo, y no puro recurso teatral, que el telón final vaya cayendo mientras se oyen las 12 campanadas de un reloj, y el joven muere y solamente hablan ya los ecos. Pero el mayor dramatismo de esta obra cae fuera de ella, y es que el manuscrito está firmado por García Lorca en la Huerta de San Vicente, el 19 de agosto de 1931, es decir, exactamente cinco años antes de su asesinato, acaecido en la vega de Granada un triste y lamentable día 19 de agosto de 1936.

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