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Entrevista:HANS KÜNG | TEÓLOGO

"La gente necesita la voz del buen pastor, no la del fanático"

Hans Küng es teólogo católico, y desde 1960 es profesor en la Universidad de Tubinga. Hasta, 1979, Küng, que tiene 67 años, era catedrático en la Facultad Católica de Teología. Desde que el Vaticano retiró el permiso eclesiástico de enseñanza a este crítico de la Iglesia, es catedrático de Teología Ecuménica al margen de la Facultad de Teología. En esta entrevista, Küng reflexiona sobré la última encíclica del Papa, al que critica por su intransigencia. "Las personas necesitan la voz del buen pastor", dice en referencia a Juan Pablo II, "y no la del fanático".Pregunta. La encíclica Evangelium vitae condena a la vez la anticoncepción, el aborto y la eutanasia. ¿Hasta qué punto son vinculantes estas declaraciones para los católicos?

Respuesta. Es cierto que llama la atención que en el documento se evite constantemente la palabra "infalible". Hace mucho que el Vaticano elude ese término polémico. Pero, naturalmente, el Papa no ha renunciado a su pretensión de infalibilidad; todo lo contrario. En esta encíclica se emplea toda la autoridad que puede presentar un Papa: la autoridad de Pedro, las Escrituras, la tradición y un supuesto consenso de la Iglesia. Con ello, el Papa quiere intimidar de antemano a los que piensan de otra forma y obligar a callar a los teólogos críticos.

P. ¿Qué libertad de conciencia para los creyentes y de cátedra para los teólogos queda entonces?

R. Ninguna. En una doctrina infalible no hay ni libertad de conciencia ni libertad de cátedra académica. Los creyentes y los teólogos deben someter su conciencia a la doctrina infalible. Los teólogos se arriesgan a perder su permiso de enseñanza si no se atienen a ello.

P. Al mismo tiempo, el Papa llama a los creyentes a la resistencia activa contra leyes estatales que permiten el aborto o la eutanasia en determinadas condiciones.

R. Ésa es sólo una de las numerosas contradicciones de la encíclica. En lo que se refiere a las posiciones de la Iglesia, los creyentes deben ejercer resistencia incluso en una sociedad democrática. Pero en la Iglesia deben limitarse a practicar la obediencia y callar.

P. Juan Pablo II divide la humanidad en una "cultura de la vida" y una "cultura de la muerte".

R. Es un maniqueísmo de tonos apocalípticos. No se puede calificar de "conspiradores contra la vida" a todos aquellos que practican la anticoncepción en el marco de una paternidad responsable. Ni a los que, ante una extrema dificultad de conciencia, deciden de forma diferente al Papa en cuestiones de diagnóstico prenatal, interrupción del embarazo o eutanasia. Ni a los que ayudan a los afectados en esos casos en calidad de médicos, enfermeros o asesores. Ni a los diputados que, por ejemplo, defienden por convicción interna la posibilidad legal de abortar en caso de malformaciones. En estas cuestiones íntimas de la vida humana y en decisiones de conciencia frecuentemente atormentadoras, las personas necesitan la voz del buen pastor y no la del fanático rigorista.

P. ¿Qué consecuencias tendrá la encíclica dentro de la Iglesia católica y en la sociedad laica?

R. Con sus posiciones extremas, polarizará la Iglesia católica aún más de lo que ya lo ha hecho. Pero hay algo que no conseguirá, como ya demostró la Conferencia sobre, Población de El Cairo, y es imponer a toda la humanidad sus posiciones morales rigoristas.

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