Floro vuelve a tumbar al Atlético
El equipo rojiblanco pierde varias ocasiones en Albacete y cae eliminado de la Copa
Al Atlético se le cerraron las puertas de Europa. Ya sólo podía acceder a ella por la Copa del Rey, pero el Albacete le dejó desangrado a mitad de camino. Otra vez, Benito Floro: el año pasado, entonces con el Madrid, ya eliminó al Atlético de este torneo. El Albacete, mientras, rellenó una de las páginas más brillantes de su historia. Tumbó a un grande y se metió por vez primera en las semifinales de esta competición. Otra vez, Benito Floro: las mejores páginas de este equipo las ha escrito él.Tuvo el Atlético sus opciones, pero las malgastó todas de mala manera. En la primera parte, Geli y Valencia, éste a puerta vacía, se encontraron con el larguero. En la segunda, Paulino y Geli se dieron de bruces con Molina. Cuatro ocasiones perdidas, pues. En total, siete concesiones: Valencia desaprovechó tres clarísimas en la ida. Demasiados favores cuando se expone tan poco juego.
El Atlético volvió a verse ahogado en el blindaje habitual de Floro, el 4-5-1 que ha impuesto desde su regreso a Albacete. Esta vez, eso sí, el preparador manchego procuró alejar el diseño de su propia portería. Se trataba de no dejar jugar al Atlético, de desarmarle de arriba abajo, pero lo más lejos posible de Molina. Aquello olía a evitar como fuera los lanzamientos de Rocha.
A su inconfundible acento táctico, el Albacete unió esta vez una jugosa cuota de esfuerzo. Ganó la batalla estratégica el conjunto manchego (manejó el juego a su antojo, lo llevó por el terreno que quería) y ganó la batalla muscular. Mordió más veces que su rival y con más fuerza.
Pero el Atlético no sólo dobló la rodilla por el planteamiento del Albacete. El Atlético se cayó también por sí solo. Fueron más sus carencias que las virtudes del rival. Nunca logró calzar su juego. Sus llegadas procedieron siempre de acciones sueltas y atolondradas. Tampoco enseñó un solo futbolista desequilibrante, esos propios de equipos de gran postín. Con Caminero y Kiko en el hospital, el Atlético no los tiene (Simeone y Valencia no lo son).
Basile trató de camuflar la debilidad de su gente con dos novedades. Una para ocultar el mejor arma del rival, la pierna derecha de Zalazar, y otra para sacar a la luz la mejor baza propia, la pierna izquierda de Iván Rocha. Así, para vigilar al primero, desplazó a Solozábal del puesto de volante central y lo situó un poco a su izquierda, por donde suele moverse Zalazar. Le encomendó la vigilancia del uruguayo, que apareció más pequeño que otras veces pero volvió a ser el mejor de su equipo.
Para promocionar a Iván Rocha, Basile sacó a Paulino de la chistera. Pretendía aprovechar su cuerpo rocoso para preparar el camino al brasileño. Mejor dicho, a su zurda. Paulino tenía una misión clara: recibir el balón de espaldas, protegerlo, y provocar faltas con fintas hacia los lados. Dio lo mismo: Rocha no se llevó dinamita a Albacete.
De poco le valieron a Alfio Basile sus recetas. sorpresa. Esta vez, ni siquiera apareció su famosa virgencita. El técnico argentino se había agarrado a ella desde su llegada, pero ayer no la encontró por ningún lado. Basile perdió ayer su primer partido oficial en el Atlético de Madrid. Y lo hizo en el peor momento posible, sin tiempo para la reacción. El Albacete le sacó de un puñetazo de la Copa del Rey, la última llave que le quedaba para abrir la puerta de Europa.
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