Tarde de luces en La Maestranza
Los novios vieron bailar los caballos andaluces ante miles de sevillanos
No toreaba Curro en la Maestranza, pero Sevilla se vistió de luces para ver a los primeros espadas de la nobleza. Unos 300 representantes de las casas reales acompañaron ayer a los novios en su primer acto público dentro de los actos de la boda. Cuando el reloj marcaba las cinco de la tarde, como manda la tradición taurina, Elena y Jaime entraron en el palco del Príncipe. La plaza se vino abajo como en una tarde de gloria. Los sevillanos agradecían a la pareja el honor dispensado con su elección.Dos espectáculos había en la plaza, repleta en sus 13.000 localidades: el del albero y el del tendido uno. Abajo, en la plaza, Álvaro Domecq hacía bailar a sus caballos andaluces. Arriba, en los palcos, se apilaban los nobles y las estrellas de la prensa del corazón dejaban por unos instantes el papel para convertirse en personajes animados a los ojos del público. Podían ver si eran altos o bajo, jóvenes o viejos, simpáticos o serios. El público los clasificó y el protocolo también.
En el palco, junto a los novios, los Reyes y sus hijos. Doña Sofía, rodeada por Jaime y don Felipe. Don Juan Carlos, flanquedo por sus hijas. Junto al palco, la familia más cercana. A la izquierda, doña María de las Mercedes, con la madre de Marichalar y su hija Ana. Y a la derecha, junto a las infantas Pilar y Margarita, los más importantes en el ranking de la realeza. Allí estaban Paola de Bélgica, Noor de Jordania, los duques de Luxemburgo, los Reyes de Grecia, los de Bulgaria, Rainiero de Mónaco y Farah Diva. A continuación, los herederos: Victoria de Suecia y Felipe de Bélgica -que parecían hacer buenas migas-, y Alberto de Mónaco, que dormitaba apoyado en una columna.
El tendido premió la belleza de Paola, la elegancia de Farah -que se tocaba con una enorme pamela- y volvió a preguntarse cómo Hussein de Jordania podía tener a la bella Noor como esposa. En los tendidos sorprendió la complicidad entre los herederos de Suecia y Bélgica, que no pararon de hacerse confidencias. Y se comprobó que Alberto de Mónaco cada día está más calvo y lleva con más desgana su papel de príncipe.
Los palcos del tendido tres estaban más animados. Eran el territorio de los más jóvenes. Simoneta Gómez Acebo trepó por las empinadas escaleras a pesar de que está a punto de tener su segundo hijo. Los hijos de los Reyes de Bulgaria fueron los más aclamados por su belleza, y entre ellos Kyril y Rosario Nadal, su esposa, admirada hasta por el modisto Valentino, que la ha elegido como su musa. Los hermanos Habsburgo, uno de ellos pretendiente eterno de la infanta Elena, y el otro casado con la hija del barón Tyssen. Y Sofía de Habsburgo, que dejó a Junot y a Richard Gere para casarse con un príncipe italiano.Entre ellos abundaban las bromas, aunque en sus caras todavía se reflejaba la huella de la noche anterior, cuando acompañaron a los novios en su despedida de solteros. Incluso uno de ellos saco una cámara de vídeo para inmortalizar el momento. En contadas ocasiones hay junto tanto jóven y guapo heredero. De estas reuniones siempre salen bodas. Dentro de algunos meses se verán los resultados de estos tres días en Sevilla.
La Infanta y Marichalar miraban de reojo a sus amigos. A ellos ayer les tocó presidir. Don Felipe hablaba con su tía doña Pilar, emocionada con la belleza de los caballos de Domecq, que ella, como presidenta de la Federación Escuestre Internacional, tan bien conoce.
Otro presidente, el del Comité Olímpico Español, Juan Antonio Samaranch y su esposa, Bibi, tampoco se perdieron la cita. Se colocaron cerca de Manuel Chaves y su mujer, Antoñita, los más animados a la hora de acompañar la música con palmas.
Doña Elena, vestida de azul, como por la mañana, disfrutó con el espectáculo. Le gustan tanto los caballos que incluso sacó una pequeña cámara de fotos e hizo la competencia a los cientos de reporteros que había en la plaza.
El Rey, feliz padre de la novia, no paró de reír, olvidó su lesión en la mano y acompañó con palmas una de las piezas de zarzuela que se interpretaron para que bailaran los caballos andaluces. Hasta la Reina, a la que no le gustan los toros, disfrutó ayer en La Maestranza de una tarde de luces.
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