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FÚTBOL PRIMERA DIVISIÓN

Sentimientos fraternales, fútbol horroroso

El Compostela derrota al Celta con Fabiano de estrella

Xosé Hermida

XOSÉ HERMIDA. Había ganado el Compostela y los 12.000 espectadores que llenaron San Lázaro por primera vez en la temporada -los de uno y los de otro equipo- prorrumpieron en un solo grito: "¡Celta, Celta!". Así son los derbies entre compostelanos y vigueses, un duelo entre dos clubes que comparten seguidores y, sobre todo, una animadversión común al Deportivo. Hasta los ultras de ambos lados confraternizan en la misma grada sin que a nadie se le ocurra liarse a mamporrazos.

El Celta es. como un hermano mayor para el Compostela y ayer cumplió ese, papel con enorme devoción. Zarandeados desde el primer minuto, los vigueses nunca supieron cómo tomarle el aire a un encuentro tan extraño, con los aficionados comiéndose a besos. El Compostela domeñó sin problemas al peor Celta de la temporada. Fabiano salvó el espectáculo de una tarde de sentimientos fraternales y fútbol horroroso. En el desierto futbolístico se dibujó la silueta de Fabiano como una aparición. Ya llevaba unas semanas el brasileño volando tan bajo que su equipo no hacía más que acumular resultados negativos. El Compostela vive al ritmo que le marca Fabiano. Sin él es un equipo a merced del voluntarismo de sus humildes futbolistas. Con el brasileño inspirado, la imaginación se apodera de cualquier colectivo, aunque sea limitado como el Compostela.

Quién sabe qué clase de tormento habría esperado a los aficionados si ayer no estuviese Fabiano en el césped. El Compostela es de esa clase de conjuntos cuya suerte depende de la destrucción del contrario. En esa tarea estuvo intachable y el Celta quedó reducido a cenizas, un esperpento de equipo, incapaz de hilvanar tres pases. Incinerado el rival, al Compostela ya sólo le quedaba tirar de Fabiano. Ante su antiguo club, el que le trajo a España hace ya unos cuantos años y le dejó marchar incomprensiblemente, el brasileño rompió la. mediocridad general.. Combinó la astucia en el robo de balón, la orfebrería en el regate y el criterio en el reparto de juego.

El Compostela había desbrozado el camino muy pronto, quizá en la única jugada de ataque que no tuvo a Fabiano como actor principal. Iban sólo 10 minutos cuando Nacho soltó su zurda para centrar largo y preciso al segundo palo. El Poderoso Ohen -un delantero macizo, puro marfil africano- se elevó en el aire, quedó suspendido un segundo y cabe en una especie de escorzo: un gol de aspecto felino.

El Celta tenía toda la tarde por delante para recuperarse, pero fue incapaz de nada. Balbuceó un amago de reacción al inicio del segundo tiempo, aunque más por dejadez del contrario que por la fuerza de sus propios argumentos.. Aimar se moría de ansiedad, en el banquillo, mientras cargaba al equipo de voltaje atacante. Entraron Uribarrena y Losada, pero el partido no se movió. Siempre pareció más cercano el segundo gol del Compostela que el empate del Celta. Aunque tardíamente, el marcador puso a cada uno en su sitio.

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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