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FÚTBOL PRIMERA DIVISIÓN

La clase marca la diferencia

Las estrellas del Madrid fueron decisivas en un partido festivo frente a un Sporting que jugó bien

Santiago Segurola

Entre la red y sus cercanías, el Madrid escogió el gol. En la misma discusión, el Sporting eligió mal. Apuntó pero no dio. Contestó a cada ataque del Madrid, jugó con decisión y criterio y tuvo ocasiones de toda clase. Sólo le faltó precisión en el área. Cuando la tuvo se encontró con la negativa del árbitro , que desbarató sin razón el gol de Morales en la primera parte, cuando el encuentro estaba dividido y el juego iba despreocupado de una portería a otra. Apareció entonces Hierro para acabar con la historia. Enganchó un cacharrazo a cinco metros de Ablanedo y puso la proa al partido. Probablemente el encuentro necesitaba en aquellos momentos de soluciones drásticas como la de Hierro. Luego habría tiempo para la exquisitez y dos goles inolvidables protagonizados por Redondo y Laudrup.El encuentro fue muy agradecido con el público. De estos partidos guardan especial memoria los niños, que disfrutan de todo el repertorio que quieren: goles, goles memorables, ocasiones en las dos áreas, detalles constantes y lujos casi olvidados por el fútbol. Todo esto en medio de una tarde sin demasiada tensión, sin apreturas tácticas, con dos equipos de buen gusto.

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Sólo hubo equilibrio durante media hora. Estuvieron los dos equipos arriba y abajo, una oportunidad aquí y otra allá. Ablanedo repelió con agilidad un cabezazo de Zamorano, Morales cruzó fuera frente a Buyo, otra que Zamorano no alcanzó junto al segundo palo. Así iba la cosa hasta el gol anulado a Morales. El Sporting jugaba con nota. Su juego era rápido, fluido y tenía sentido. El toque era dominante. Y no parecía una insensatez esa postura abierta. Ningún equipo ha tenido más ocasiones de gol que el Sporting. Pero no eligió.

El gol anulado a Morales cambió el curso del encuentro. Se pasó de un momento crítico para el Madrid a una situación de ventaja. Un mal despeje defensivo del Sporting dejó la pelota dividida entre Hierro y Raúl. Es mejor no preguntar: Hierro se llevó por delante la pelota y el pie del defensor. El martillo de Hierro. El partido ya estaba en el lado madridista.

El Sporting continuó con mucha propiedad, pero comenzaba a descoserse en algunos aspectos. La situación era ideal para el triunfo de los jugadores de clase. Y en este apartado, el Madrid tenía más y mejores. Hasta entonces, había tenido algunos problemas para encontrar la velocidad de crucero. Amavisca había aprovechado las primeras indecisiones del debutante Espejo -un jugador muy interesante con la pelota, pero débil en el marcaje-, pero la banda derecha estaba taponada. Hasta el segundo gol, el fútbol madridista fue desmigado. Le faltaba cuerpo.

Cuando la tarde viró a blanca, comenzó a emerger el talento de Redondo y Laudrup. El centrocampista argentino, que se ve obligado a un juego muy contenido por las obligaciones de su posición, vio la ocasión de tirar los sombreros al aire en un contragolpe que produjo un gol formidable. Agarró el balón en el pasillo del interior izquierda y desde allí se quitó de encima a dos defensores con dos fintas, un regate y una pared con Laudrup, que le situó frente al portero. Redondo cerró la jugada con un tiro violento y un aire de suficiencia que elevó todavía más la hermosura del gol. Parecía que nada podría competir con la belleza de esa jugada, pero más tarde llegaría Laudrup.

Todo el segundo tiempo tuvo un aire festivo. El Sporting se resignó a la derrota, pero no se olvidó del buen juego. Parece un equipo con posibilidades, con jugadores cercanos al nota le, pero la impresión es que hay algo por atornillar. Probablemente es el precio que paga a la sangría de jugadores que pierde cada año. Cada temporada es una vuelta al inicio, a los principios básicos; a manejarse con futbolistas prometedores, pero sin experiencia.

No le faltaron ocasiones al Sporting ni al Madrid en la segunda parte. La primera de todas fue para Alfonso, que parece cada más mejorado. Esa oportunidad de Alfonso explica un poco el perfil de este futbolista singular. Inventó un regate para presentarse ante el gol, pero le pareció insuficiente, como si los goles sólo tuvieran valor con un índice máximo de dificultad, Así que regateó otra vez y complicó la jugada. No fue gol. Alfonso, cuyas cualidades son notables, debería despojarse en ocasiones de ese ropaje barroco. Sobre todo en el área. Los goles secos" austeros, de esos que marca Hierro, también pueden ser emocionantes y decisivas.

El partido quedó finalmente para los artistas. Así las cosas, fue muy apropiado que Laudrup firmara un gol maravilloso, lleno de quiebros y astucia. Se cosió la pelota al botín en la divisoria y fue tirando regates a todo el personal, con la cintura serpenteante y el tobillo de goma. Cuando se quitó al último rival de encima, el estadio rogaba que aquella maravilla se concretara en gol. Así fue. Con mucha sencillez, Laudrup batió a Ablanedo y levantó a la afición de sus asientos. El clamor se apoderó de Chamartín. Salieron los pañuelos, se coreó al danés y se brindó por una tarde de fútbol festivo.

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