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FÚTBOL PRIMERA DIVISIÓN

Un dios llamado Laudrup

Las quejas de García Remón no empañan las alabanzas al danés

ÓSCAR SANZ Zamorano le calificó de dios; Amavisca, más terrenal, le definió como lo más cercano al mejor jugador del mundo; y Valdano, remiso ayer a la exageración, prefirió hablar de un creador de felicidad. Se referían a Laudrup, protagonista estelar de uno de los partidos más propensos a la exaltación que se recuerdan.

A ello ayudó, sin duda, la actuación del árbitro, que consiguió invadir de ira los a alguien tan mesurado como García Remón, técnico del Sporting, quien no tuvo reparos en llamarle, simple y llanamente "cobarde".

La culpa de todo ello la tuvieron dos goles. Uno, el de Laudrup, enorme, desembocó en la pañolada del año; el otro, feo a más no poder, lo anuló el árbitro mientras su juez de linea le indicaba que era válido pero, sorprendentemente, sin correr hacia el centro del campo.

"Cuando 100.000 personas sacan el pañuelo para celebrar un gol queda poco por decir. Lo vivido hoy por todos ellos ha sido lo más parecido a la, felicidad". Valdano prefería hablar antes de Laudrup que del árbitro, de fútbol que de protestas ajenas. Y eso que se encontró la silla de la sala de prensa caliente, tal y como la dejó un indignado García Remón. Pero pronto la enfrió. Se mostró remiso a juzgar la labor de Panadero, "sobre todo" dijo "tras un marcador de 4-0", aunque sí se atrevió a expresar un juicio sobre la relación entre su equipo y los árbitros: "El Madrid no le debe nada, repito, nada, a los árbitros. Y ahora, vamos a hablar de fútbol".

Y de fútbol habló. Juzgó a Redondo y a Laudrup, los triunfadores. Pero no se olvidé de los que viven malos tiempos. Como Martín Vázquez: "Me gustaría que quien le silba pensara que es un jugador que necesitamos. No se merece que se le purgue cuando falla un pase", comentó.

Pese a ello, Valdano estaba feliz. Tanto o más feliz que Mendoza, pero menos que Lorenzo Sanz, poseedor de una quiniela de quince. A su lado, Mendoza no ocultaba lo bien que se encontró en el sillón presidencial del Bernabéu: "Sigue como lo dejé, cómodo y limpio. Igual que el equipo: le dejé primero y sigue primero".

La inacabable sonrisa de Mendoza cabría ayer en el rostro de cualquier madridista, excepto en el de uno: el de un García Remón que se sentía escamoteado: "El árbitro ha sido un cobarde, porque de cobardes es tener miedo a pitar un gol. A esto no hay derecho. El Madrid ha merecido ganar, pero... ¡Que le digan al árbitro que en los estadios hay vallas y no pasa nada!"

Pero sus palabras quedaron difuminadas por las alabanzas al gol de Laudrup, sobre el que nadie fue tan elocuente como Zamorano. El chileno, con un brazo en cabestrillo por un golpe en el metatarso, fue definitivo: "Cuando me he acercado a felicitarle he hecho lo que se les hace a los dioses: adorarlos".

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