Un partido ficticio
El Athletic padece vértigo y el Celta peca de prudencia. La confusión entre ambos abomina de las reglas del fútbol, las violenta, las difumina y acaba reduciéndolas a una retahíla de combinaciones absurdas con el único fin de soliviantar el catecismo futbolístico. Se trata entonces de un partido ficticio, una pantomima al gusto de desesperados que aprecian cualquier atisbo de ingenio por el hecho de acertar con un pase a dos metros.Aimar -era previsible- infundió a su tropa un carácter reservón, numantino, en espera de batallas singulares que exigen más resistencia que ambición. El Celta defendía el fortín de un ataque previsible. El Athletic no le defraudó. Irureta dispuso el pelotón en fila, todos por el centro y a buscar el gol a base de empellones.
El resultado fue un caos. Todo el instinto, la inteligencia, la ambición exhibidos ante el Betis lo convirtió el Athletic, en embrollo, desorden y una pizca de apatía. Irureta sacó a los jugadores de sus casillas descerebró al Athletic, arrastró a Guerrero al anonimato y volvió a padecer el vértigo del técnico que le impide reincidir en el éxito.
De un plumazo el Athletic encaré el partido sin las joyas de la corona. Se quedó sin ideas ni argumentos, condenado al borbotón frente a un rival con la lección aprendida y que a las primeras de cambio entendió el sentido de la apuesta, aceptándola de buen grado: defender por el centro ya que en los extremos se había decretado huelga.
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