El Madrid mira hacia el título
El equipo blanco apenas invirtió media hora en madurar la ejecución del Logroñés
El Madrid ha doblado la esquina de la Liga. Mira atrás y no ve a nadie. El campeonato ha hecho crisis. En Las Gaunas, el Madrid pasó por encima del Logroñés. Tardó media hora en desperezarse, pero, después ofreció un ejercicio de autoridad y contundencia. También de hermosura. Mientras el partido se precipitaba hacia la goleada, el Madrid comenzó a sacar todo el repertorio. Mezcló la seguridad de sus defensores con la profundidad de sus extremos. y siempre hubo tiempo para los detalles. En uno de ellos, Laudrup se superó en su suerte favorita. Llevó su famoso pase ciego al terreno del remate: marcó el cuarto gol con la vista en un ángulo y el tiro en el otro. Para los que digan que está todo inventado en el fútbol.El gol de Zamorano acabó con el traqueteo bobalicón de la primera media hora. El Madrid parecía enfermo de importancia en un partido decisivo para el destino del campeonato. Agarró el encuentro con un punto de suficiencia, medio perezoso ante un rival que presentaba unos números infames: último en la Liga, con una victoria en la temporada, diez meses sin ganar en Las Gaunas, el descenso a la vista. Estos partidos quedan decididos por la categoría de los jugadores, y en este aspecto el Madrid tenía una escalera de color frente al Logroñés. Eso ocurrió. Apareció dos veces Amavisca por la izquierda y sirvió dos pases formidables a Zamorano y Luis Enrique. Dos goles. El Logroñés quedó desbaratado. No podía poner remedio alguno a la clase del Madrid,
Antes de que el partido se decidiera, el Madrid cometió un error que puede ser grave frente a rivales de mayor calado. No tocó, masticó. El balón iba de uno a otro, sin mayor trascendencia, con un aspecto demasiado burocrático. No sucedía nada. Cuando el juego se vuelve tierno y previsible, el Madrid y cualquiera están en peligro. Durante media hora, nadie encaró, nadie regateó, nadie tiró una pared, nadie se atrevió. El juego funcionarial ofrece demasiadas pistas al enemigo. Al Madrid se le veía venir. Con un poco de orden y bien metido en su campo, el Logroñés aguantó sin demasiadas dificultades No tenía el balón, pero no se sentía amenazado. Le quedaba al Logroñés la posibilidad de un golpe de fortuna, No la encontró. Irrumpió Amavisca por la izquierda y dió el finiquito al encuentro.
Los extremos izquierda deberían ser una especie protegida en el fútbol. Hay algo en ese caminar medio zumbón de los zurdos, en la cabalgada burlona frente al lateral y el centro que sale curvado al corazón del área. Hubo un aroma de viejo extremo izquierda en todo lo que hizo Amavisca. El partido se iba al limbo cuando metió el primer pase de gol. La pelota cayó perfecta, entre los dos centrales, y allí apareció el pie de Zamorano. El gol quebré la línea plana del encuentro. Desde allí, el Madrid barrió al Logroñés.
El partido tuvo una lectura de izquierdas. Los cuatro goles del Madrid llegaron por la banda de Amavisca. El segundo fue magnífico. Una carrera hasta la línea de fondo y el tobillo que se hace caucho en un giro imposible: la pelota sale suave, como un pastelito y Luis Enrique elige el rincón en el cabezazo. Abajo, junto al palo derecho. Pero la obra fue de ese chico zurdo, un jugador incansable y vertical, de los que siempre juegan como si fuera su último partido.
La noche había quedado para los detalles. Era la hora de la diversión, el tiempo que el Madrid se tomó para disfrutar. No hubo un jugador que no ofreciera algo diferente: algún pase largo' de Hierro, un corte de espuela de Quique, dos rarezas de Raúl con la pelota. Y Laudrup. Cuando la victoria se hizo evidente, Laudrup, sacó las jugadas que sueña, incluido el gol de ciego, la mirada en un lado y el remate en otro. Ese gol y todo el juego vino a decir lo que es el Real Madrid en la Liga: contundencia y fantasía.
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